El fin de la civilización

Hace tres décadas, Norman Myers proponía que la seguridad de las naciones no yacía sobre el poderío militar para defender fronteras políticas, sino en la consideración de los recursos ambientales. Paul Ehlrich ha advertido en repetidas ocasiones la posibilidad de un colapso mundial de la economía y tejido social debido a la destrucción de los sistemas naturales que sostienen nuestra civilización. Hace unos meses la Universidad de Yale publicó su informe anual de Desempeño Ambiental Global, donde Ecuador se halla en el puesto 103 de un total de 180 países en el índice de desempeño ambiental. Pero no hacen falta estudios sofisticados para ser sensibles al hecho de nuestra dependencia absoluta de la estabilidad ambiental.

Hoy, la región amazónica de Ecuador enfrenta daños en su infraestructura vial debido a un incremento de las lluvias en la cordillera andina. La región costera es un escenario devastado no por fenómenos geológicos, sino como consecuencia del crecimiento desordenado y caótico de la población e infraestructura humana. Decenas de miles de personas en la ciudad Guayaquil están a merced del destino ambiental del río Daule. Al no poseer medios tecnológicos y financieros para enfrentar catástrofes ambientales, la estabilidad política y social de los países en desarrollo depende en gran medida del estado y equilibrio de sus condiciones ambientales.

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