El lunes 16 del presente, apareció en El COMERCIO un artículo ofrecido por el ilustrado periodista Óscar Vela Descalzo, en homenaje al “Salvador de numerosos judíos” en la barbarie que encendió el odio contra estos en la II Guerra mundial: Manuel Antonio Muñoz Borrero, cónsul general en Suecia, quien imbuido de caridad cristiana y grande valor, como indica el articulista, salió al frente para suministrar ayuda mediante pasaportes que en realidad fueron expedidos sin que importaran reacciones adversas a su actuación franca y decidida para librarles de la hecatombe.
A este distinguido cuencano no le importó perder granjerías, soportar mal entendidos y quizás también amenazas, con tal de enarbolar el estandarte de la verdadera solidaridad y amor al prójimo abatido por suplicios que son vergüenza para aquellos que, haciendo gala de mal entendido racismo, no les importó enviar a hornos de atroces suplicios a quienes consideraban como la hez de la humanidad.
Después de mucho tiempo de su tránsito a la gloria, este personaje calificado por el articulista como “un héroe entre nosotros” fue honrado por el Museo del Holocausto de Jerusalén Yad Vashem con el título de Justo de las Naciones. Salvó, como se ha comprobado, a casi un centenar de judíos entre la gran cantidad a los que generosamente ofreció con pasaportes para que buscasen acogida en diversos países y salvaran su existencia.
El recuerdo de Manuel Antonio Muñoz Borrero nos llega suave y radiante en esta época como la luz blanca de una estrella. Mil gracias al Sr. columnista del Vocero Capitalino.