El día 11 de febrero de 2016 el Diario EL COMERCIO publicó el artículo de opinión escrito por Juan Cuvi titulado “Aprendices de fachos”, donde el autor se refiere a los sucesos ocurridos el pasado 4 de febrero por motivo de la conferencia del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN).
En esta columna, el autor expresa su indignación frente a las respuestas que dieron representantes del gobierno ecuatoriano con respecto a los excesos cometidos por los guardaespaldas del presidente turco, y culpa a los estudiantes y profesores del IAEN por ser cómplices de lo que él llama: “fanatismo ideológico”, “empequeñecimiento intelectual”, “absoluta ausencia de sentido común” y “escandalosa indolencia con el género humano”.
Sus argumentos se basan en los videos que circularon por las redes sociales donde, según el columnista, estudiantes y académicos de dicha institución habrían estado aplaudiendo y celebrando el maltrato a un grupo de mujeres –por parte de guardaespaldas turcos–, quienes protestaban en contra del presidente Erdogan.
Sí, es cierto que en los videos se observan personas aplaudiendo, pero hay que precisar que ese día asistía una delegación turca (mayoritaria en el auditorio) y miembros de la cancillería, y que la participación de docentes y estudiantes de la institución fue casi nula ya que, una parte de estos se encontraban realizando una protesta en rechazo a la visita de Erdogan y en defensa de la autonomía universitaria –la cual fue reprimida por la policía militar y antidisturbios –y la cual dio lugar a la “Carta abierta de la comunidad universitaria del Ecuador a propósito de la conferencia del Presidente Recep Tayyip Erdogan en el IAEN”. En dicha carta, que ha venido circulando hace más de una semana y que ha sido firmada por miembros de la comunidad universitaria a nivel nacional (incluidos docentes del IAEN), se reivindica el compromiso de la academia con el pensamiento crítico y el rechazo a todas las formas de autoritarismo y violación de derechos.
No obstante, el autor de la columna hace caso omiso de estos hechos (de los que en cambio sí hay varias evidencias) y asegura que, “el galardón” –en la premiación de lo peor–, se lo llevan los miembros de la comunidad académica del IAEN por ser, además de “aprendices de fachos”, “teóricos del fascismo”.
Esta es una forma típicamente cobarde y facilista de buscar chivos expiatorios para exculpar a otros, y con esto evitar el trabajo de hacer una crítica seria –la cual requiere, más allá de adjetivos rebuscados, honestidad intelectual, investigación y transparencia en las fuentes de información.