En la revista Selecciones del Rider’s Digest de abril de 1980, se detallan los pormenores del asesinato en Londres, del desertor búlgaro, locutor de radio, renombrado escritor y severo crítico de la jefatura comunista de su país, Georgi Markov, muerto por obra y gracia de un agente de la Policía secreta búlgara, según denunció Scotland Yard. Y este crimen se lo relata señalando que el jueves 7 de septiembre de 1978, a eso de las 18:00, Markov cruzaba el puente londinense de Waterloo en camino a su trabajo como locutor del servicio búlgaro de la BBC. Estaba por llegar a la parada del autobús cuando sintió una repentina punzada en el muslo derecho y al volverse vio a un hombre que manipulaba torpemente un paraguas. “Lo lamento”, se disculpó el hombre y corrió hasta un taxi que se acercaba, en el que desapareció. Este paraguas camuflado era en realidad una pistola con aire comprimido, con la que se le disparó a Markov un perdigón cargado de ricina, que le produjo la muerte cuatro días después.
Ojalá, aquí en el Ecuador, nuestros directores, comentaristas y columnistas de la prensa libre independiente, calificada con saña una y mil veces desde las alturas del poder como “corrupta”, no sean víctimas de este “paraguas”, por lo que me permito recomendarles tener mucho cuidado, especialmente cuando “lluevan a cántaros” sus valientes denuncias sobre dolosos manejos y préstamos sospechosos, con los sagrados fondos públicos del erario nacional.