El término Populismo se origina en la república de la antigua Roma, con los líderes de la clase patricia que trataban de lograr el poder acudiendo a medidas y acciones demagógicas para atraer el respaldo popular, siendo el más caracterizado Julio César, por lo que su acción radica en tomar medidas inmediatistas para satisfacer a las masas coyunturalmente.
A partir de la Revolución Francesa el populismo de la Convención se acentúa con el Bonapartismo y sus sucesores de facto, hasta el siglo XX en que el Fascismo Italiano y el Nazismo Alemán tienen características caudillo-populistas, al igual que el Franquismo de España o Salazarismo en Portugal y otras manifestaciones como el Stalinismo.
En el siglo XX América Latina presenta fenómenos populistas, en Argentina con Perón, Vargas en Brasil, Velasco Ibarra en el Ecuador, y así por el estilo. En nuestro país con el Velasquismo, aparece el cefepismo de Guevara Moreno, reemplazado por el Bucaramismo, pero a este le sucede el “lumpen populismo”, tomando ese término del Bonapartismo de entonces, constituido principalmente por “aventureros de la burguesía, vagabundos, fugitivos de presidio, timadores, saltimbanquis, carteristas, tahúres, proxenetas, empresarios de burdeles, etc.” que viven del estraperlo generalmente contra la Ley, y consideran que la corrupción, el desfalco, la mentira, son practicas políticas normales, lo que ha contribuido a desacreditar esta actividad que debería ser una de las más nobles, y no el concepto de ciertos cabecillas de partidos que más se asimilan a la “camorra” Napolitana. Sin embargo, con la recolección de firmas y las próximas elecciones sabremos cuántos ciudadanos creen en la honestidad, y quienes no.