La teoría macroeconómica, reconoce la identidad: ahorro = inversión.
Al ahorro se lo define como el sacrificio en el consumo presente con la finalidad de consumir más en el futuro y aumentar la riqueza productiva (privada o nacional). Para invertir, hay que recurrir a recursos monetarios previamente ahorrados (nacionales o extranjeros).
El Gobierno, con la intención de que se visibilice su activa participación en la economía, ha efectuado inversiones básicamente en infraestructura: carreteras, escuelas del milenio, centros de salud, modernización de universidades, puertos, aeropuertos, en fin. ¿Con qué dinero? Lo ha hecho con ingresos provenientes de las exportaciones petroleras (no permanentes) y con endeudamiento internacional (ahorro del resto del mundo).
Hablemos con cifras: en el período 2007-2014 (según información del BCE), los ingresos petroleros sumaron USD 72 500 millones y el Gobierno gastó (invirtió) en bienes de capital USD 74 500 millones (USD 2 000 millones de deuda). En el mismo período, los ingresos no petroleros (impuestos básicamente) fueron de USD 146 500 millones y en gasto corriente (sueldos principalmente) se desembolsaron USD 156 900 millones (USD 10 400 millones de deuda).
Conclusión: el ahorro del resto del mundo, traducido en financiamiento internacional y el aporte contributivo de los ciudadanos permitió sostener ese enorme gasto público en el período (44% del PIB). Es un Estado demasiado obeso, cuando vemos que países con economías de mercado como Chile y Perú tienen estados del 20% del PIB y, por alguna extraña casualidad del destino, nos superan en los índices de libertad económica y desarrollo humano.