Se acabó el problema limítrofe con el vecino del sur. Por los malos gobiernos a lo largo de la vida republicana llevamos la peor parte. ¡Qué bueno que se haya terminado el motivo de incertidumbre en el que vivíamos! Así tenía que ser. Hoy nos toca recuperar el tiempo perdido. En el gobierno del Dr. Noboa, si no me equivoco, ya se dispuso que se transformen las bandas de guerra en bandas musicales y eso es bueno. Poco a poco los chicos van entonando mejor. Ya tocan pasacalles y otros ritmos ahora con liras, bombos, tambores y flautines. Ojalá pronto tengamos bandas completas añadiéndolas clarinetes, trombones, bajos, contrabajos, flautas, saxos y trompetas. Esto es cosa muy buena que nuestros jóvenes aprendan a tocar un instrumento musical, pues la música sensibiliza al ser humano. Y por otra parte saber tocar un instrumento musical puede servir como una eficiente herramienta de trabajo. Así, tuve un compañero de colegio que cantaba de maravilla y tocaba acordeón, pronto lo vi integrando una orquesta y entonando vallenatos y lo mismo que otro amigo quien desclavaba los viejos y grandes pupitres de madera del centenario Colegio Maldonado, para convertirlos en su “batería” que la hacía sonar con manos, pies y hasta con los codos en los momentos que no llegaba un profesor. Joaquín y Víctor fueron a la Universidad de Guayaquil, allí se graduaron de odontólogo y de abogado, respectivamente y sobresalieron en sus vidas como profesionales y excelentes músicos. Sus estudios y permanencia en el Puerto lo costearon gracias a sus habilidades musicales. En cambio a mi amigo y compañero Manuel, “el picador”, quien anunciaba con el clarín la próxima marcha a tocarse, su habilidad no le sirvió para nada práctico en la vida y también es un gran maestro universitario. Cuando las bandas estén completas, seguro que estaremos exportando músicos a todo el mundo.