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La forma en la que el presidente Rafael Correa, varios de sus colaboradores más cercanos, su ejército tuitero y los medios de comunicación gobiernistas han reaccionado ante la investigación periodística de los ‘Panama Papers’ refleja una sola cosa: el interés desesperado del Régimen por hacer de este tema un escándalo nacional. Es decir, la ‘cortina de humo’ perfecta para que el país deje de hablar de lo verdaderamente importante: la calamitosa situación económica.
Todo es cuestión de atar cabos. Las primeras publicaciones sobre las sociedades off shore de centenares de hombres poderosos, políticos y empresarios alrededor del mundo, coincidieron con un momento incómodo para el Gobierno: el envío de la reciente reforma tributaria donde, además de subir algunas tablas del ICE, se pretende gravar con el 5% el dinero físico que salga del país por un monto superior a USD 1 098 por persona mayor de edad. El argumento oficial es evitar que los billetes –que cuesta importarlos desde EE.UU.- salgan del país.
Pero la gente, como era de esperarse, no dudó en recordarle al Presidente que él, en el 2011, sacó más de USD 300 000 a Bélgica, producto del juicio que como mandatario ganó al Banco del Pichicha, para comprarse un departamento en ese país.
Las críticas fueron ácidas, sobre todo en las redes sociales. Por eso, Correa reeditó aquella idea de la lucha planetaria del Gobierno, aunque esta vez, contra los tuiteros.
Fue cuando aparecieron las revelaciones de los ‘Panama Papers’ y con las cuales el Régimen ha pretendido minimizar aquella historia –no tan grata- del departamento en Bélgica, haciéndola pasar casi como un pecado venial frente a lo que implica que un poderoso deposite sus millones fuera del país para evadir impuestos o despistar la ruta de su dinero.
La prensa correísta empezó a recordar en primeras páginas que los adversarios del Presidente también tienen cuentas off shore, aunque estas no sean parte del trabajo de investigación revelado días atrás. Claro, esos medios han minimizado el resbalón que este caso le ha significado al fiscal Galo Chiriboga.
Pero la determinación del Gobierno, por volver más espeso el ambiente político, no terminó allí. Correa intenta por todos los medios posicionar el tema en la opinión pública recurriendo, incluso, a su cuenta de Twitter, para exigir a los periodistas ecuatorianos que revelen toda la información que deben tener. Es muy grave, por cierto, exponerlos ante una legión de ‘trolls’ que ha hecho de la antipatía a la prensa su principal consigna.
El reciente llamado de Correa coincidió con la peor noticia del año: el FMI advierte, según sus aproximaciones, que este año la economía ecuatoriana se contraerá en un 4,5% y que para el 2017, la caída será de cuatro puntos más.
Si el Ecuador como país no estuviera tan polarizado, y su opinión pública tan cercada por la propaganda oficialista, esta noticia debiera acaparar la discusión de toda la sociedad.
Solo para recordar un poco la historia, la economía ecuatoriana ya ha tenido cifras tan dramáticas en ocasiones anteriores.
Una de ellas fue en 1981, cuando el gobierno de Osvaldo Hurtado empezó a aplicar su modelo de ajuste estructural luego de terminado el ‘boom’ petrolero de los años 70 y de haber librado la guerra de Paquisha. Era el año en que Jaime Roldós murió en el accidente aéreo y cuando se hicieron las drásticas subidas al combustible. En 1981, la economía del Ecuador cayó en el 2,8%.
Otra caída se vivió en 1987, durante la administración de León Febres Cordero. Ese año, el potente terremoto de Baeza destruyó un tramo del oledoucto transecuatoriano, con lo cual el país dejó de exportar crudo por seis meses. En 1987 la economía nacional decreció en -6%.
También cabe recordar el doloroso 1999, cuando colapsó el sistema bancario. Las lluvias de El Niño de meses anteriores habían destrozado carreteras y dañado la producción agropecuaria, y el gobierno de la época decidió reemplazar el Impuesto a la Renta con el de la Circulación de Capitales. En ese año, el pánico se apoderó de todo el sistema financiero, el Régimen quedó marcado por las denuncias de corrupción, la moneda nacional se hizo añicos y la economía cayó en 8 puntos…
Cada momento, brevemente reseñado líneas arriba, tiene sus causas y matices propios. Sería un absurdo compararlos de manera superficial. Sin embargo, las nubes económicas que ya se ciernen sobre el país, este y el próximo año, obligan a un debate nacional profundo, ordenado y sin más politizaciones.
Por lo que sería de esperar que el Presidente dedique su tiempo a transparentar y explicar la gravedad de la situación económica. Si quiere, puede hacerlo por Twitter, pero en lugar de alentar la lucha contra los periodistas y sus adversarios, promueva la unidad nacional. El país necesita un presidente dedicado a resolver la crisis económica y que la justicia haga lo suyo con los ‘Panama Papers’.