Despilfarro, falta de previsiones y de ahorro, casos de presunta corrupción, etc. Ese explosivo coctel ha sido el detonante de las crisis que afrontan países de la región. En la actualidad, el caso que más llama la atención es el de Dilma Rousseff, cuyo liderazgo se erosiona como consecuencia del megaescándalo de Petrobras, que ya ha sido bautizado como ‘petrolao’.
Las denuncias de corrupción relacionadas con la estatal petrolera brasileña crecen día a día como una bola de nieve. Cada jornada aparecen nuevas revelaciones, cada una más demoledora que otra, sobre el inframundo de irregularidades en la empresa.
En el escenario del ‘affair’ alrededor de Petrobras, la presidenta Rousseff, literalmente, se ha visto impelida (al menos por instantes) a ponerse los zapatos del exmandatario Fernando Collor de Mello (1990-1992). Este fue destituido por comprobada corrupción, en diciembre de 1992.
Sobre la gobernante incluso planea el fantasma de un juicio político y de un ‘impeachment’, una opción que aún luce improbable. No obstante, la Mandataria ha sido blanco de los abucheos y los ‘cacerolazos’ en los últimos días. Los reclamos en contra de su gobierno se profundizan también por la crisis económica y los ajustes anunciados. Precisamente, una serie de grupos de opositores han convocado para este domingo 15 una jornada de protesta contra el PT, que desembarcó en el poder en el 2003. El oficialismo, por su lado, ve en las movilizaciones una suerte de “intentona golpista” de parte de un sector específico del espectro político de Brasil.
¿Qué ha llevado a la heredera política de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) a este callejón (¿sin salida?)? Pedro Barusco, uno de los directivos de Petrobras acusados del fraude en el emporio petrolero, ofreció el martes 10 ante el Congreso los datos más contundentes acerca del esquema que permitió el ‘saqueo’ de una de las empresas emblemáticas del gigante sudamericano. Testificó que una red de políticos e integrantes del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) recibía sobornos multimillonarios.
La trama de corrupción permitió a esta suerte de ‘cartel petista’ desviar unos USD 4 000 millones, según las pesquisas de la Policía. ¿Cuándo empezó? Se configuró en el 2004, 12 meses después del arribo del PT al presidencial Palacio de Planalto. Precisamente, en ese entonces Rousseff se desempeñaba como ministra de Minas de Minas y Energía del primer gobierno de Lula da Silva. Una de sus funciones era la gestión de la estratégica Petrobras.
En una demostración de arrepentimiento, Barusco ha prometido reintegrar USD 97 millones, que ocultó en cuentas bancarias en Suiza.
Pero el ‘desvío’ de USD 4 000 millones parece una gota de agua en el espeso océano de irregularidades en el cual navegaba la petrolera, cuyo emblema es “Somos una empresa integrada de energía”. ¿Por qué? Conforme ha publicado el portal iProfesional, “fuentes vinculadas con la compañía cifran en unos USD
45 000 millones el daño causado en concepto de sobreprecios y de otras erogaciones que están siendo revisadas (…)”. En forma paralela, la propia empresa ha reconocido que los “contratos sobrevalorados (con sobreprecio) han causado perjuicios por USD 34 500 millones”.
El ‘petrolao’, que sigue conmocionando a Brasil, cuya clase política se halla en entredicho, tiene más protagonistas de primera línea. Así, el Supremo Tribunal Federal autorizó investigar a 47 políticos, casi todos oficialistas. Entre los indagados se incluyen dos de los máximos líderes del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), los presidentes de la Cámara Baja, Eduardo Cunha, y del Senado, Renan Calheiros. El PDMB es uno de los aliados claves del PT.
El megaescándalo ha servido también para que el expresidente Fernando Henrique Cardoso, el antecesor de Lula da Silva en la Presidencia, hiciera en estos días una declaración dura. “Se agotó el presidencialismo de coalición, que en realidad es el presidencialismo de cooptación. Este sistema está agotado”, señaló al criticar a los ejecutivos de Rousseff y de Lula.