La violencia contra la mujer, y dentro de este contexto el maltrato intrafamiliar, son fenómenos reales que afectan a miles de parejas y familias en el Ecuador. ¿Cómo abordar esta patología social? ¿Bastan las campañas contra el machismo? ¿O es necesario un proyecto nacional de defensa de la familia?
El 25 de noviembre pasado se celebró el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer’. Se hicieron foros, circularon publicaciones y se anunciaron nuevas campañas. Es urgente ir de los derechos a los hechos; en otras palabras, al diseño y puesta en marcha de un proyecto nacional de defensa de la familia, de la mujer y de la vida.
Las cifras de la vergüenza
La Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, preparada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC 2012), concluye que ‘en el Ecuador 6 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia de género, y el 76% de las mujeres ha afrontado algún tipo de violencia por parte de su pareja o ex-pareja’.
También se registra –según la misma fuente- que el 92% de los homicidios de las mujeres son feminicidios o existen sospechas de serlo. El 64% de los feminicidios son cometidos por parejas o exparejas. El 48.7% de mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas vive en las zonas urbanas, mientras que el 48.5% en áreas rurales. El 81% de las mujeres divorciadas sufre violencia, frente al 31% de las mujeres solteras. El 53.9% de mujeres afronta violencia psicológica, mientras que la violencia física ocurre en 38% de los casos. El 70.5% de las mujeres entre 16 y 20 años sufre más violencia. Y el 63.2% de las mujeres, de cualquier nivel socio-económico, vive diversas formas de violencia. (www.inec.gob.ec)
Estas cifras nos llenan de vergüenza. El Ecuador es uno de los países con más altos índices en feminicidio o asesinato de mujeres, así como de violencia contra la mujer ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad? ¿Una doble moral en ciernes?
Causas complejas
Se sabe que la etiología de este fenómeno es cultural y socio-educativo. Los cambios, en este sentido, deben ser resultados de procesos integrales antes que obra de leyes o decretos, exclusivamente. Las causas del maltrato intrafamiliar son, en efecto, variadas, endógenas y exógenas. Y tienen mucho que ver con la historia personal, el clima familiar precedente o lo que Erick Berne denomina el ‘guión’ que impregna la familia en cada individuo, y que por ser imperceptibles no se verbalizan y peor se comprenden. Las raíces de estos problemas son profundas y merecen una atención integral, interdisciplinaria, científica y no meramente informativa.
El origen de la violencia intrafamiliar, según los especialistas, es de carácter psicológico, y está en la inmadurez de las personas, sobre todo en las carencias afectivas de la infancia. Y si a lo anterior se añaden otros factores como la falta de comunicación, la infidelidad, la irresponsabilidad y la intolerancia, entre otros, el cuadro se complejiza.
La violencia es una afrenta
Adela Cortina, especialista española, considera que detrás de esta problemática está, indudablemente, la ética o la falta de una ‘ética mínima’. La ‘ética mínima’ está -debe estar- anclada a los derechos humanos, y de manera especial al derecho a la vida que se vulnera.
Adicionalmente, resulta inadmisible que más del 90% de la población ecuatoriana se declare católico y a la par sea parte de un subido porcentaje incurso en violencia doméstica. Esta contradicción –conocida como doble moral- coexiste con un discurso que ensalza a la mujer, en el día de la madre, el día de mujer y en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, con conceptos, frases y poemas, y que en la práctica resultan retóricas. Al respeto, ¿qué dicen la Iglesia y el Estado sobre este fenómeno que constituye una afrenta contra la humanidad?
Nuevas estrategias
Los diagnósticos abundan. Han mejorado, ciertamente, los sistemas de protección de los niños, niñas y adolescentes con la normativa legal vigente, y otras instancias, pero se está fallando en la fase preventiva. ¿Qué hacer, entonces, si se ha relativizado la violencia doméstica haciéndonos ver como algo común, tolerable y cotidiano, cuando la vida conyugal y familiar merece otro tratamiento, y no solamente ser considerado un tema para campañas publicitarias?
• La familia debería ser una política de Estado. La violencia intrafamiliar es un problema de seguridad ciudadana, porque es el caldo de cultivo de otro tipo de violencias que se ejercen en todo el cuerpo social. No olvidemos que la familia es la caja de resonancia de lo que sucede en toda la sociedad.
• La educación familiar es un paso fundamental. El programa ‘Escuela para Padres’ no existe o solamente se sostiene en el sector privado y por iniciativas aisladas en la esfera pública.
• La violencia en los hogares y sus causas merecen un tratamiento preventivo, y en muchas ocasiones terapéutico, con el apoyo de especialistas: médicos, psicólogos, sociólogos, comunicadores, trabajadores sociales, adolescentólogos, terapeutas familiares, entre otros.
• La participación de los sectores público, privado y no gubernamental es clave para una estrategia conjunta, con los medios de comunicación y las redes sociales.
• La promoción de la paternidad y maternidad responsables y programas efectivos que se enfoquen en una educación para la afectividad son urgentes. La maternidad prematura no es problema de las parejas sino un problema de la familia y de toda sociedad, un problema de salud pública, de ética civil y de educación básica.
• Recuérdese que el feminicidio es un delito penalizado y castigado por el Código Orgánico Integral Penal. El Art. 141 expresa: ‘La persona que, como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia, da muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género, será sancionado con pena privativa de libertad de veintidós a veintiséis años’.