Imagen referencial. El término “feminazi” lo usan algunos detractores que se sienten aludidos frente a los reclamos que hacen las mujeres ante la sociedad y el Estado. Ellos dicen que el feminismo es el equivalente al machismo, pero inverso, e intentan “desenmascararlo”. Foto: Pixabay
No todos los hombres son femicidas. No todos los hombres son abusadores o acosadores sexuales. No todos los hombres son maltratadores. No todos los hombres ejercen violencia psicológica sobre sus parejas. No todos los hombres piensan que las mujeres deben quedarse en casa realizando labores domésticas. No todos los hombres… Inserte aquí una frase para aminorar el sentimiento de culpa.
El término “feminazi” lo usan algunos detractores que se sienten aludidos frente a los reclamos que hacen las mujeres ante la sociedad y el Estado. Ellos dicen que el feminismo es el equivalente al machismo, pero inverso, e intentan “desenmascararlo”. Es por esto que en Afull hemos decidido ‘aclarar’ algunos mitos que giran en torno al feminismo.
“El feminismo es como el machismo, pero al revés”
“Ni machismo ni feminismo: queremos igualismo”, suelen decir los detractores. Es como asegurar que el indigenismo, por pedir el reconocimiento del Estado a las distintas nacionalidades y su inclusión en la sociedad ecuatoriana, es un movimiento supremacista como el nacional-socialismo (los nazis).
Para María Amelia Viteri, profesora de la Universidad San Francisco de Quito y especialista en temas de género y justicia social, es preocupante la manera en que este tipo de interpretación sobre el feminismo es cada vez mayor. Este es un fenómeno relativamente nuevo, asegura, pues en la época en que ella estudiaba, era mucho más difícil encontrar estas posturas. “Me cuesta mucho trabajo entender cómo devenimos en la idea de que el feminismo busca deshacerse de los hombres, cuando lo que busca es la equidad de género y una sociedad de bienestar que reduzca la inseguridad. Es un mito lamentable que hay que confrontar, desmenuzar y volver a informar para que este estereotipo no siga circulando como una verdad”.
“El feminismo beneficia solo a las mujeres”
Quizá muchos hombres no se han dado cuenta, pero crecer intentando ser lo suficientemente ‘macho’ para encajar en la sociedad es un peso. Que si lloro porque no puedo aguantar la tristeza, soy débil. Que si no conquisto a todas las mujeres a mi alrededor, soy poco hombre. Que si mi esposa es la que sostiene económicamente a la familia porque yo gano menos, no soy digno del título de padre, etc. El feminismo introduce el concepto de nuevas masculinidades, con el cual se derriban estereotipos clásicos sobre los roles que deben cumplir las personas, según su sexo, en la sociedad.
“Las masculinidades no son un problema en sí. Estas se encuentran tanto en hombres como en mujeres. El problema son las masculinidades dominantes o violentas. Formas de masculinidades que causan sufrimiento a otras personas son las que queremos evitar”, asegura Viteri.
“Es un constante teatro. Sobre todo entre sus pares jóvenes, los hombres tienen que estarse probando constantemente. Por ejemplo, ¿quiénes mueren más en accidentes de tránsito en Quito? Son hombres y son jóvenes ¿Por qué? Exceso de velocidad, por manejar en estado etílico o por falta de pericia. Los tres están configurados como formas en que otro par tuyo te entiende como hombre. Entonces, si no manejas rápido o si no tomas riesgos, no eres lo suficientemente hombre. Ahí los hombres y los jóvenes son los que pierden”, agrega la académica e investigadora.
“Los hombres también sufren, pero no es un problema de género”
Que la mayor parte de personas que mueren en una guerra son hombres o el hecho de que hay mayores índices de violencia sexual en cárceles de varones es verdad; no es tema de discusión. Son argumentos que esgrimen algunos detractores del feminismo para hacer notar que también existen problemas de violencia que afectan a los hombres.
Imagen tomada de Internet
“No es una competencia de opresiones. No es quién sufre más; si hombres o mujeres”, argumenta Viteri. “Es polifacético”, agrega. En situaciones de violencia, hay una serie de variables que van a condicionar la vulnerabilidad de una persona, como clase social, origen étnico o identidad de género. “El mandato de masculinidades dominantes hegemónicas es un mandato de guerra”, dice Viteri. Por lo tanto, “todos estos son problemas basados en desigualdades estructurales y de género”.
“Las mujeres ya tienen derechos, ahora quieren privilegios”
El derecho al voto no significa igualdad. “Desde una perspectiva antropológica, lo que hemos visto es que los derechos se nos han quedado cortos. Los derechos no son para todas las personas en la práctica”, asegura Viteri.
“El marco de derechos es una herramienta que buscó proteger a las poblaciones de las formas innecesarias de sufrimiento, pero no lo ha logrado. Hay segmentos de la población que escapan de este marco de derechos. Estamos en un momento en que miramos los límites de un discurso de derechos y ahora tenemos que entrar a cómo cambiamos las estructuras sociales que crean los mandatos de género que se traducen en sufrimiento, incluyendo femicidios y muertes”, argumenta la docente universitaria.
El panorama general de las mujeres en Ecuador ¿Qué tenemos y qué falta por hacer?
En Ecuador, la tasa de empleo adecuado en hombres es de un 49,5%; en mujeres, un 32,4%, según datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC) de diciembre de 2017. Estos mismos datos revelan que la brecha salarial entre hombres y mujeres, en el mismo periodo, fue de un 25%. Según cifras de ONU Mujeres, una mujer en América Latina tiene en promedio 37,9 horas a la semana de trabajo no remunerado; es decir, trabajos por los que no se paga como las labores domésticas. Las horas de trabajo no remunerado en hombres son 12,7 a la semana.
Virginia Gómez de la Torre, vocera de Fundación Desafío, comenta que “todavía vemos con dolor cómo, en un estrato de población que es pobre como es el trabajo de albañilería, todavía las mujeres van acompañando al trabajo a sus esposos para ayudarlos. Ellas no son remuneradas, quien cobra la semana es el marido. Eso se llama machismo”, sentencia.
En Ecuador, seis de cada diez mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia. Una de cada cuatro ha sufrido violencia sexual, según cifras del INEC de 2011. “El hecho de que las mujeres y las niñas sean violadas, se queden embarazadas y el Estado las obligue a parir es ejercer el poder sobre el cuerpo de las mujeres de una manera atroz”, asegura Gómez de la Torre.
El problema con la violencia machista no se reduce únicamente a femicidios, que son su representación más extrema (En Ecuador, en 2017, se registró un femicidio cada 50 horas). El machismo contempla varios aspectos en la vida cotidiana: desde la repartición de las tareas de la casa hasta la inequidad en el campo laboral y económico.
“Hemos vivido unos años de estancamiento en el fortalecimiento del movimiento de mujeres en el país. El movimiento feminista se ha visto relegado de cara a un Estado que ha cuestionado el feminismo y lo ha equiparado al machismo, fortaleciendo así un antagonismo entre hombres y mujeres. Cuando lo que pretende el feminismo no es eso, sino lograr igualdad. Las feministas evidenciamos las desventajas que vivimos las mujeres en una sociedad machista que valora lo masculino sobre lo femenino”, asegura la vocera de Fundación Desafío.
En fin, nos queda clara una cosa. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no es una fecha para felicitar a las mujeres con ramos de flores, sino una ocasión para reflexionar sobre luchas pasadas y desafíos futuros en la búsqueda de la igualdad.