Zaruma se hunde por la minería clandestina

Una mezcla de roca y cemento es la solución temporal para el socavón en la escuela La Inmaculada. Se analiza el trabajo definitivo de estabilización. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

Una mezcla de roca y cemento es la solución temporal para el socavón en la escuela La Inmaculada. Se analiza el trabajo definitivo de estabilización. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

Una mezcla de roca y cemento es la solución temporal para el socavón en la escuela La Inmaculada. Se analiza el trabajo definitivo de estabilización. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

El grabado de una ciudad de oro resalta la sala de Ángel Aguilar. La imagen, tallada en una placa dorada, a ratos parece cobrar vida con el brusco movimiento de una retroexcavadora, que hace vibrar las paredes de cedro y bahareque de su tradicional vivienda, en el centro de la patrimonial del cantón Zaruma (El Oro).

“Ese día el estruendo fue horrible. Y se elevó una nube de polvo”, recuerda don Ángel desde el ventanal de balaustres que deja ver un enorme cráter.

Los Aguilar viven junto a la escuela La Inmaculada Fe y Alegría. Allí, en el 26 de octubre, un grupo de niños detectó un pequeño socavón. Casi dos meses después, el 2 de enero, el agujero se expandió, tragándose dos aulas.

Inicialmente se declaró la emergencia en la zona, por el peligro que corrían otras estructuras cercanas, entre ellas el mercado.

Desde la semana pasada, el tema pasó al Comité de Operaciones de Emergencia (COE), de El Oro, y hasta mañana (10 de enero de 2017) las mesas de infraestructura, seguridad y patrimonio deberán entregar sus informes. De eso dependerá que la emergencia pase al COE nacional. En tanto, un grupo de militares empezó a llegar desde ayer.

Mientras las autoridades evalúan las soluciones a corto y largo plazo, el portal de don Ángel se llena de vecinos, que llegan para ver los trabajos temporales. Él luce sereno, aunque no oculta su temor. “No nos han dicho que estamos en riesgo, pero estamos muy cerca”.

Por fuera, la cotidianidad de Zaruma sigue: llegan turistas, hay tiendas abiertas y calles copadas por autos. Por dentro, la actividad minera avanza y multiplica las quejas.

La Secretaría de Gestión de Riesgos hace una radiografía del subsuelo del cantón para detectar posibles zonas de riesgo de hundimientos por minería. Marcelo Cando, subsecretario de Información de Gestión de Riesgos, explica que ya tienen datos preliminares de lo que sucedió en La Inmaculada. “Por estudios geofísicos se ha determinado que hay unas cabezas de minas abajo, que posiblemente se hundieron y causaron el socavón”.

La Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom) registra 92 concesiones mineras entre Zaruma y Portovelo, su cantón vecino. La entidad además ha escaneado 65 kilómetros de galerías.

Una galería es una especie de túnel que sigue una veta. Una veta es un depósito de mineral (oro, plata o cobre), adherido a rocas. Zaruma está anclada en la cordillera Vizcaya, en el sureste de El Oro, y está atravesada por varias vetas, en dirección norte-sur, con anchos variables desde pocos centímetros hasta de 3 metros, aproximadamente.

El ingeniero en Minas Roque Cevallos explica que a través de las galerías se hace explotación, con trazos verticales -hacia arriba o hacia abajo-, para extraer el mineral. Cuando las labores se aproximan a la superficie crean cámaras o huecos, que causan que el macizo pierda estabilidad.

“Una galería, abandonada con el tiempo, va a colapsar; y es lo que ha pasado en el sector de la escuela. Esto sumado a las detonaciones que ha habido dentro de la zona de exclusión, que generan microsismos, acelera los procesos de debilitamiento del macizo”.

Cuando hablan de minería, los zarumeños dicen que sus casas cimbran continuamente. Como evidencia muestran las grietas que recorren paredes y pisos.

Desde su casa, don Ángel cuenta que oía las explosiones a las 10:00 y a las 16:00. “Después, para despistar, eran en la madrugada”.  Ahora, al menos desde el colapso en La Inmaculada, se detuvieron.

Frente a un mapa, la concejal Roxana Espinosa muestra que el cantón tiene unas 50 000 hectáreas. De ese total, 11 800 corresponden al tren mineralizado de Zaruma. Pero existe una zona de exclusión, de 105 hectáreas, que constituye el casco patrimonial, donde no hay concesiones porque está prohibida la explotación. “Es el pilar natural que brinda seguridad a la ciudad y que va hacia el centro de la tierra”.

La primera zona de exclusión minera se trazó entre 1994 y 1995. En el 2003 fue ratificada, aunque quedaban por fuera el parque central y otras zonas consolidadas. Así que en el 2015 fue ampliada.

“Pero esta área ha sido vulnerada. No debía hacerse ningún trabajo minero y lastimosamente se lo hizo”, dice la concejal.

Como evidencia enseña un documento del 2013, en el que Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom) informa la suspensión de tres concesiones mineras y dos compañías que trabajaban dentro de la zona de exclusión. También hay indicios de túneles rústicos, elaborados por los sableros o mineros artesanales.

Espinosa y varios ciudadanos muestran las denuncias presentadas ante la Fiscalía y otros organismos para reclamar por los daños en sus viviendas. Piden que se aplique la Ley de Minería, que en su artículo 116 ordena la caducidad de las concesiones que causen daño al patrimonio cultural del Estado. Zaruma es patrimonial desde 1990.

Desde Arcom responden que se ha cumplido con seguimiento de las actividades mineras y que llevan un registro para evitar la internación de galerías hacia la zona de exclusión.

Como muestra detallan en el 2015 realizaron ocho operativos contra la minería ilegal en El Oro. En el 2016 detectaron 20 casos, a los que aplicaron sanciones según el Código Orgánico Integral Penal, que tipifica esta violación como un delito de acción pública. Y entre enero y junio de 2016 colocaron 30 muros de hormigón armado en las labores que estaban internadas en la zona de exclusión.

El plan de remediación, en análisis

El jueves se halló esta galera bajo la zona patrimonial. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

Todavía no hay una solución definitiva, aunque se habla de la estabilización, relleno y clausura de las galerías que surcan lo profundo del área de exclusión.

El alcalde Jhansy López afirma que también ha presentado quejas por esas internaciones ante Arcom, la Fiscalía, el Ministerio de Minas, incluso a la Presidencia y Vicepresidencia de la República. En septiembre, antes de que aparezca el socavón en La Inmaculada, expuso la problemática al entonces vicepresidente Jorge Glas, durante un gabinete itinerante.

Ahora le preocupa cómo se financiará la obra completa de remediación en el subsuelo de Zaruma, porque para este año el Municipio maneja un presupuesto de USD 5 millones. “No es un dato oficial, pero nos informaron que hacer una galería de remediación estaría por los USD 140 000. Para hacer eso yo tendría que cerrar el municipio”, asegura.

Zaruma tiene 24 100 habitantes. El 40% vive en el área urbana, donde hay 3 200 predios. Esa es gran parte de la zona de exclusión, donde hasta hace unos meses seguían escuchando las detonaciones mineras.

La historia de esta localidad está ligada al oro. En el Museo Municipal hay piedras brillantes y cuarzos para enseñar que esta actividad se realiza desde la época preincaica; incluso se cuenta a los visitantes que de aquí salió gran parte del tesoro para el rescate de Atahualpa.

Actualmente, el cantón reporta 45 concesiones mineras que emplean a 890 personas, en su mayoría de otras provincias y hasta de países cercanos. No hay cifras claras del dinero que genera esta actividad anualmente; Arcom solo menciona que en el 2015 se extrajeron 144 769,17 toneladas de cuarzo de esta localidad.
Pero la riqueza no solo está bajo tierra. Por sus casonas antiguas y sus calles empedradas, Zaruma es patrimonio cultural nacional desde 1990. También es parte de la lista de la Unesco de candidatos a Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La casa de don Ángel data de 1930. La escuela La Inmaculada tiene 100 años.

La directora Mariuxi Cando cuenta que, como un homenaje por el centenario, recibieron en donación la remodelación de un bloque de aulas. Ese es el bloque que desapareció.

“El 26 de octubre oímos una explosión y cuando pudimos entrar a una bodega vimos el agujero. Desde abajo se podía ver el piso del aula de séptimo año. Eso pasó a las 10:30, cuando 37 niños estaban ese salón”. Ese día se dispuso el traslado de los 244 alumnos a otro plantel.

La directora aún no sabe cuándo podrán regresar al plantel; tampoco si, al menos, podrán hacer un parque cuando se remedie el área del hundimiento. “Teníamos la esperanza de salvar las aulas (…). Ahora nos dijeron que debajo de este hueco pasan 16 galerías”.

Algunas galerías tienen más de 50 años y cada cierto tiempo descubren una nueva bajo viviendas, escuelas o iglesias. El jueves, a dos cuadras de La Inmaculada, técnicos de Arcom hallaron un acceso clandestino bajo una vieja casona en la calle Colón.

Un endeble cerco de madera ocultaba el túnel oscuro y húmedo, de unos seis metros de largo. Estaba rodeado por sacos llenados recientemente con tierra fresca y desde su interior podía oírse con claridad las pisadas en el entablado superior. Quienes viven ahí dijeron que nunca notaron nada extraño bajo sus pies.

Una radiografía del subsuelo

Gestión de Riesgos está escaneando el subsuelo de Zaruma, con tomografías eléctricas y georradares para graficar las cavidades en la tierra. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

Aunque Gestión de Riesgos está escaneando el subsuelo de Zaruma, con tomografías eléctricas y georradares para graficar las cavidades en la tierra, existen otros estudios como antecedentes.
La desaparecida Corporación de Investigación Geológico-Minero-Metalúrgica (Codigem), en 1995; y la Dirección Nacional de Geología (Dinage), en el 2001, ya identificaron los principales riesgos geológicos del casco urbano del cantón. En año pasado, Arcom reportó una inversión de USD 480 190 en estudios para determinar cavidades bajo la ciudad.

Para José Ochoa, esos estudios son la prueba del riesgo que corre Zaruma. “Los escaneos establecieron que 10 labores mineras tenían que ser cerradas técnicamente. Y yo le aumentaría, también castigar la explotación ilícita, porque lo hicieron desde afuera a la zona de exclusión”.

Ochoa tiene una página web de protesta en Internet a la que bautizó Arden los socavones, en la que reclama por su experiencia. Con su familia vive en el barrio Gonzalo Pizarro, que entre 1996 y 1998 sufrió severos daños a causa de la explotación minera.

20 años después la historia parece repetirse. Las grietas se extienden como telarañas por las paredes, algunas puertas están colapsadas y las baldosas en el departamento de su hijo forman olas.

“La tierra está moviéndose. Hay la sentencia para el casco urbano de Zaruma, pero vivimos en incertidumbre”, cuenta mientras enseña un agujero en su vereda, que ha empezado a profundizarse.

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