Integrantes de la familia Barreto, en la población de El Manzano, en la provincia de Chimborazo, limpiaron sus cultivos de maíz tras las últimas explosiones. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
La Mama Tungurahua se despertó enojada, dice María Victoria Criollo mientras mira un hongo gris que crece rápidamente en el cráter del volcán. En su comunidad, El Manzano, una zona de riesgo, todos los cultivos de maíz y frutas se perdieron, y temen que la ceniza afecte aún más al ganado.
En esta y en otras 11 comunidades de las parroquias Bilbao, Puela, San Gerardo, Ilapo y San Andrés, de los cantones Guano y Penipe, en Chimborazo, la situación es desesperante. La producción de leche se redujo en un 50% y se calcula que
1 757 hectáreas de cultivos y 1 435 de pastos están afectadas por la ceniza.
Esta situación motivó a la Secretaría de Gestión de Riesgos a declarar un cambio en la alerta, de amarilla a naranja. “Por los datos científicos que nos proporcionó el Instituto Geofísico ya preveíamos un cambio en la alerta. Esto se decidió especialmente por la cantidad de ceniza y el riesgo que representa para la salud y la economía de la gente de las zonas de riesgo”, dijo Hermuy Calle, gobernador de Chimborazo.
En esos sitios, el polvo volcánico no ha dejado de caer desde hace 15 días, y desde el fin de semana pasado el problema se agudizó. Una capa de solo 7 milímetros de ceniza cubrió los suelos, según precisó el Instituto Geofísico.
Según el reporte del Geofísico, la caída de ceniza continuará en los próximos días. Pero lo que más preocupa a los técnicos que monitorean el coloso desde el Observatorio de Guadalupe, es que desde el 12 de noviembre pasado el volcán mostró una actividad interna creciente, relacionada a una acumulación de magma.
“No descartamos el descenso de flujos piroclásticos y al parecer hay un nuevo pulso de magma”, indicó Patricia Mothes, jefa de Vulcanología del Geofísico. Esta entidad analizó la tasa de acumulación de ceniza en 33 sectores de Tungurahua y Chimborazo. Los técnicos concluyeron que la caída de ceniza que se inició el fin de semana pasado es la más fuerte de los últimos cinco años.
Rosa Aguirre y su madre María Carrera llegaron a la misma conclusión al mirar la ceniza sobre los techos de zinc de su casa. “La última vez que la ceniza hundió el techo al mojarse fue en el 2006, un año trágico para nuestra gente”.
Una ligera llovizna que cayó la noche del martes pasado hizo que el polvo volcánico se compactara. Algunas láminas de zinc se hundieron y las plantas más jóvenes se doblaron por el peso. “Ya perdimos nuestras plantas, no podemos hacer nada más, solo rezar”.
Juan Barreto, en cambio, no se resigna a perder sus cuatro cuadras de cultivos, en los que invirtió cerca de USD 800. “No puedo perder la siembra porque es lo único que tengo”.
En Tungurahua, la caída del material volcánico también preocupó a Iván Ojeda, agricultor de la comunidad Pillate parroquia Cotaló, en Pelileo. Una capa de ceniza de dos milímetros de espesor cubrió 34 ha de maíz. “Estábamos a punto de realizar el primer desyerbe y cayó el polvo, esperemos que no se pierda el cultivo; las plantas aún están pequeñas y se queman con la acidez”.
En el pueblo habitado por 65 familias también se dedican a la ganadería. Según Ojeda, al menos 240 cabezas de ganado se quedaron sin pasto. Para alimentarlas compraron plantas de maíz en el sector de Huambaló a USD 120. “Tengo alimento para 5 días, espero que la situación mejore”.
El Ministerio de Agricultura les entregó melaza y ensilaje, pero creen que no será suficiente. “No tenemos dinero y necesitamos el apoyo”.
Pero no es la única zona afectada. Según un análisis técnico del Ministerio de Agricultura, al menos 1 300 ha se cultivos y
3 000 de pastos están afectados por la densa precipitación de la ceniza volcánica.
Fabián Valencia, director del Magap de Tungurahua, cree que el 60% de pastizales cubiertos puede perderse. “Debemos esperar a que deje de caer para determinar el número de hectáreas perdidas en forma definitiva”.
El Magap distribuyó 1 000 sacos de ensilaje y 200 canecas de melaza a los ganaderos de Mocha, Quero y Pelileo. En los próximos días llegará el rechazo de banano para alimentar a
13 000 reses que están en el área de afectación que son visitadas por los técnicos veterinarios a través de clínicas móviles. Estas unidades también atendieron en Chimborazo a unas 469 cabezas de ganado, con afectaciones estomacales.
Valencia recordó que hay albergues para el ganado en Quichivana, Centro de Mercadeo de Ganado y en Píllaro.