Un camino de piedra permite el ingreso al barrio La Moca, en la parroquia de Rumipamba (cantón Rumiñahui). A los lados de esta vía se observan los campos verdes y los caballos trotando: solos o con su jinete al mando. También hay sistemas de riego para las plantaciones, casas y haciendas. Algunas de estas mantienen su diseño campestre con techos de zinc y tejas. Otras son de corte moderno.
Esta bella parroquia rural es considerada como sitio de riesgo por la eventual llegada de lahares, una mezcla de lodo, rocas y demás material volcánico, a través del río Pita, en caso de una erupción del volcán Cotopaxi. El coloso registra un incremento de su actividad desde abril pasado.
Las autoridades de la Municipalidad de Rumiñahui han tomado varias acciones para enfrentar un posible escenario adverso. Una de ellas, la elección de vigías comunitarios.
Hace unas semanas, Pablo de la Cruz, Vidal Suntaxi, Nelson Calo, Ángel Camacho y Fernando Chamorro fueron escogidos para esta tarea. Son personas originarias de la localidad y su trabajo es alertar a la comunidad en caso de una erupción del coloso. Además, ayudarán a los pobladores para realizar evacuaciones cuando sea necesario.
De la Cruz vive en el sector de El Vallecito. Relata que se conformaron hace unos dos meses. Sin embargo, llevan más tiempo juntos, ya que el grupo se inició con el objetivo de alertar a los moradores en caso de robos de casas o ganado. “Tenemos experiencia en alertar a la comunidad”.
Desde que fueron designados, este hombre, que se dedica a la elaboración de muebles, aseguró que han realizado una serie de actividades para guiar a su comunidad. “Hemos trabajado con la Policía Nacional para capacitar a nuestros vecinos”.
También han recibido capacitaciones en primeros auxilios para poder reaccionar de mejor manera ante una eventualidad. “Como líderes barriales debemos saber esto para ayudar a los pobladores”.
Otro de los vigías es Vidal Suntaxi , quien vive al final de El Vallecito. Trabaja en una hacienda y se ha dado un tiempo para cuidar a su comunidad. “Nos organizamos para que todos los vecinos podamos salir en caso de una erupción“.
A su juicio, el objetivo es que las cerca de 700 personas, que habitan en la parroquia, logren llegar al albergue ubicado en el barrio San Antonio.
El recomienda adecuarlo de mejor manera. “Actualmente es una escuela abandonada. Pero en una emergencia se la debe adecuar para que albergue a los moradores”.
Los vigías esperan que les den más capacitaciones y que les entreguen radios de transmisión para poder comunicarse. Esto es necesario porque en esta zona no hay buena cobertura de telefonía fija y móvil, señalaron.
Pese a la vigilancia de este grupo, en esta parroquia las actividades continúan su ritmo. A lo largo de la carretera principal se observan trabajos de mejoramiento de la calzada y de los bordillos. Los pocos negocios que hay siguen abiertos. Mientras tanto, las personas mantiene su ritmo de vida. Su deseo que no ocurra algo que les obligue a dejar su tierra.