“El asalto ocurrió la medianoche de un viernes, hace tres meses, tras salir de una reunión que se realizó en la casa de un amigo. Recuerdo que caminaba solo a la altura del parque de Los Recuerdos, norte de Quito, cuando cuatro jóvenes me asaltaron con violencia.
Acepto que fue una imprudencia andar solo a esas horas y más cuando saqué mi teléfono para hacer una llamada. Como nunca me habían asaltado, me sentí confiado.
Los cuatro desconocidos tenían entre 20 y 25 años como máximo. Se bajaron de un automóvil Renault negro y se acercaron rápidamente para atacarme. Yo lancé mi celular Samsung unos metros hacia delante y se destruyó. Luego traté de correr, pero uno de ellos me puso el pie y me fracturé el dedo meñique de la mano derecha al caer contra el pavimento.
Los asaltantes comenzaron a agredirme y peleamos. Entre los cuatro me pusieron boca abajo y uno puso con violencia su rodilla sobre la mía. No sentí dolor en aquel instante y otro joven me amenazó con apuñalarme la cara si continuaba forcejeando. Mi celular se destruyó, pero me quitaron los USD 100 que llevaba en la billetera. Los documentos sí me los dieron mientras me insultaban con palabras soeces.
Ellos se fueron y cuando traté de ponerme de pie sentí un fuerte dolor en la rodilla. Estaba hinchada y observé que estaba fuera de su lugar.
Traté de parar un taxi para que me llevara al hospital y los conductores no me creían. Tras esperar cerca de 20 minutos, un carro me llevó a una casa de salud pública en donde me confirmaron que tenía rotura de los tendones porque me aplastaron la rótula.
Tuve que faltar un mes a mi trabajo por este asalto…”.