La abundante tierra que sale de los distintos frentes de obras del Metro Quito va, según la calidad del material, a los puntos del Bicentenario, Oyacoto e incluso a El Troje. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
La remoción de tierra es una tarea permanente, en el proyecto Metro de Quito. Los conductores de volquetas realizan alrededor de 850 viajes por día a El Troje, Bicentenario y Oyacoto, para depositar todo el material que se extrae con el fin de construir un túnel de 22 kilómetros y 13 estaciones, en la parte subterránea.
Ahora, que están en marcha dos tuneladoras –La Guaragua y Luz de América– y se cuenta con 37 frentes de obra se observa, con más frecuencia, a conductores de volquetes circulando por las avenidas: Rumichaca, Teniente Hugo Ortiz, República. Amazonas, Simón Bolívar, entre otras vías. Los operadores de estos grandes automotores sortean, igual que otros conductores, la congestión vehicular de la capital para llegar a su destino.
Pero no a todos les resulta familiar esta realidad. Cuando empezó a trabajar en el Metro, Fausto Tite, oriundo de Pelileo, provincia de Tungurahua, se perdió momentáneamente. Tras dejar el material en el Bicentenario, Tite fue a parar por el parque de El Ejido, en lugar de La Carolina. Entonces, él no conocía bien la capital, pero tuvo que dejar sus temores de estar en un sitio extraño y aprender.
La falta de una plaza fija de trabajo le obligó a este tungurahuense a dejar su tierra y distanciarse de su familia para venir a laborar en Quito. Antes de ser parte del Metro, él estuvo desempleado siete meses. “Me dedicaba a lo que había. Labraba la tierra, fui ayudante de albañilería, cerrajero”. Las motivaciones de Eduardo Campos para migrar fueron, en cambio, las secuelas que dejó el terremoto del 16 de abril del 2016 en Bahía de Caráquez (Manabí).
La casa donde vivía quedó en ruinas, no había plazas estables de trabajo, por esto decidió venir a la capital, junto con su esposa Jenny e hijo Erick, hace tres meses. Después de tocar varias puertas y dejar carpetas, fue contratado por el consorcio encargado de construir el Metro. Su experiencia como chofer de maquinaria especial y albañil, le brindó la oportunidad de laborar como conductor de volquetas en el Metro. Para el traslado del material de esta obra se cuenta con 315 personas y 173 volquetas.
Los operadores son, principalmente, de Manabí, Pichincha, Azuay y Guayas informó la Empresa Pública Metropolitana Metro de Quito. Actualmente, en los diferentes frentes de obra del Metro trabajan 640 personas oriundas de provincia. Esto representa el 20% de todos los empleos directos (3 200) que se han generado hasta ahora.
Los operadores de las volquetas transportan tierra y productos procedentes de las demoliciones, durante las 24 horas. Trabajan siete días a la semana, en turnos de 12 horas. Además, los viajes que realizan con el material no tienen el mismo destino. Marco Mejía, quiteño y coordinador de 48 volquetas contratadas para el Metro, contó que la tierra se traslada a un sitio determinado según su calidad.
El material bueno y seco va al Bicentenario. Este servirá para formar el relieve de este parque. Cuando la tierra sale con lodo se lleva a Oyacoto o El Troje. Hasta la fecha, a los tres puntos mencionados, se han traslado 1 085 343 metros cúbicos de tierra.
En todo el proyecto está previsto movilizar 5 millones de metros cúbicos, lo que serviría para llenar por completo ocho estadios olímpicos. Para transportar todo este material, cada conductor de estos automotores hace en promedio unos cuatro viajes diarios, según la producción en cada uno de los frentes de obra.
Édgar Sarabia, oriundo de Nanegalito y conductor de una volqueta, comentó que los desplazamientos que realizan dependen de la remoción de tierra del subsuelo. A medida que las excavadoras o las tuneladoras extraen la tierra se llenan los cajones de las volquetas.
Pero esto, a veces, no es una tarea sencilla. En el sitio donde se construye la estación de La Carolina -avenidas República y Eloy Alfaro- los conductores de estos grandes automotores deben ingresar en reversa por una rampa estrecha a la parte subterránea. Sus guías son los espejos retrovisores y el personal de la obra que los orienta hasta llegar a la excavación.
Luego la salida se la hace de manera regular, pero antes de partir hacia el punto señalado cumplen con un proceso. Para recorrer las vías de la ciudad deben lavar las ruedas de estos vehículos para no ensuciar las calles y colocar toldos para que el material no cause contaminación. Ya en las vías, Tite, Campos, Sarabia y los conductores de volquetas saben que para no generar impactos en el tránsito se debe conducir a la defensiva y respetar los índices de velocidad.
En la zona urbana van hasta 40 kilómetros por hora y en vías periféricas hasta 70 kilómetros. Aunque a veces recorren más lento, por eso algunos prefieren transportar la tierra de la parte subterránea por las noches. Ahí, aunque la ciudad está casi a oscuras hay menos movimiento vehicular. Esto permite a los conductores cumplir con el traslado de material con menos tensiones.