Un hombre fue rescatado entre los escombros, en Portoviejo, en la estructura de un hotel. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO
Su familia había perdido las esperanzas hasta que recibió una llamada. Con la ayuda de su teléfono móvil, Pablo Rafael Córdova Cañizares alertó que seguía con vida bajo una montaña de escombros, 40 horas después del desolador terremoto que hasta las 16:50 de este lunes 18 de abril del 2015 ya deja 416 fallecidos.
Pablo es el administrador del hotel El Gato, ubicado en la calle Pedro Gual, en el centro devastado de la capital manabita. El edificio, de nueve pisos, quedó en ruinas. Cinco huéspedes se encontraban en las habitaciones la noche de la tragedia y en estos días ya habían recuperado los cuerpos de tres de ellos.
Pablo sobrevivió milagrosamente. Equipos de rescate de las Fuerzas Armadas, provenientes desde Cuenca; y del Cuerpo de Bomberos de Bogotá (Colombia), participaron en el operativo. Cerca de las 16:20, los rescatistas pidieron silencio a la multitud, amontonada alrededor de la cinta amarilla de seguridad, junto a la ambulancia lista para atenderlo.
Solo segundos después lo sacaron por un túnel de pedazos de cemento y fierros, en una camilla y con un collarín. Pablo alzó su mano izquierda en medio de los gritos y aplausos esperanzadores.
Carlos Ceballos, uno de los rescatistas ecuatorianos, explicó que usaron varios equipos para estabilizar el suelo, una tarea difícil debido a las continuas réplicas. La más reciente fue cerca de las 13:00 de este lunes, de 4 grados de magnitud.
Pero saber que podían encontrarlo con vida les daba ánimo. Para Eddy Morales, de Colombia, este rescate demuestra que se debe mantener la esperanza de encontrar a más sobrevivientes.
Por ahora, 409 especialistas en rescate de Venezuela, Colombia, Chile, Perú, El Salvador, Cuba, España y México colaboran en las tareas de búsqueda en Portoviejo, Manta, Pedernales y Jama.
El mexicano Ricardo De la Cruz, director general de Protección Social de país azteca, arribó con un equipo de 111 epecialistas en estructuras, en evacuaciones preventivas y médicos.
Llegaron listos, con sus uniformes y cascos para acelerar su trabajo, antes de que se cumplan las 72 horas. “Nos mueve el cariño y la posibilidad de encontrar personas con vida. Nunca perdemos la esperanza”.