La universidad busca a los maestros indígenas
El catedrático Ángel Japón labora en el área de pedagogía de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca. Él ganó un concurso en el que participaron seis aspirantes mestizos. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO.
La participación de profesionales indígenas en la docencia universitaria es esporádica en la capital azuaya. En los tres principales centros de educación superior de la ciudad solo trabajan seis maestros indígenas y afrodescendientes.
Ellos dictan clases en las facultades de Filosofía, Idiomas y Medicina de la Universidad de Cuenca. Mientras que en las universidades del Azuay y Politécnica Salesiana no hay participación de estos catedráticos, pese a los esfuerzos de sus autoridades.
Entre los tres centros, en los que laboran más de 2 000 docentes, convocan de forma regular a concursos públicos de oposición y méritos para llenar vacantes, pero casi nunca participan profesionales indígenas o afrodescendientes.
Para la vicerrectora de la Universidad del Azuay, Miriam Briones, la causa principal es el escaso número de profesionales de las 17 etnias del país o de docentes con título de cuarto nivel como lo exige la Ley de Educación Superior.
En lo que va del año, este centro superior convocó a más de 10 concursos de oposición y méritos, pero no hubo participación de estos grupos. Mientras que en la Universidad de Cuenca, en ocho convocatorias solo ingresó Ángel Japón Gualán, del pueblo Saraguro.
En el concurso, este indígena compitió con otros seis docentes mestizos para ocupar un cargo en el área de pedagogía en la Facultad de Filosofía. Para Japón, el posgrado, la larga trayectoria como catedrático universitario y su preparación fueron los puntos a su favor.
La Ley Orgánica de Educación Superior y el Reglamento de Escalafón del Consejo de Educación Superior establecen que para ser profesor universitario principal debe tener doctorado (PhD) y para serlo a tiempo parcial, al menos debe tener una maestría.
Pero como parte del principio de igualdad consagrado en la Constitución, dentro de los concursos las universidades de Cuenca y del Azuay otorgan un beneficio para los postulantes de los grupos de minoría. Ellos reciben hasta cuatro puntos adicionales a la nota final.
Ángel Japón no se benefició de esos puntos adicionales porque olvidó firmar su hoja de vida e identificar su etnia. Su puntaje final en el concurso fue de 93 sobre 100. Ahora, es profesor a tiempo completo: 22 horas dedica a la cátedra y 10 a la investigación y posgrados.
Para el decano de Jurisprudencia de la Universidad de Cuenca, Jorge Moreno, la contratación de estos maestros es un reconocimiento adicional porque son grupos que están en desventaja frente al resto. “Pero no hay participación y probablemente se debe al número reducido de profesionales de las etnias”.
Esa contratación no brinda puntaje a la universidad en la evaluación que realiza el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior. Pero le ubica como un centro superior que respeta los principios de igualdad de las minorías y de conexión con la sociedad, señala Moreno.
A Japón también le alcanza tiempo para dar clases a 22 alumnos, la mayoría de la etnia Cañari, de la desaparecida Universidad Estatal de Bolívar. En septiembre próximo, ellos se graduarán como licenciados en Estudios Interculturales.
El martes, Japón hizo un repaso con sus alumnos Wilmer Tenesaca, Rosa Duche, Rosa Guamán, Gladys Sucozhañay y Zoila Guamán sobre psicopedagogía para los exámenes complexivos de fin de carrera.
Para Duche, Japón es un docente que conoce bien las materias, está actualizado y tiene buena pedagogía para la enseñanza. En la Universidad de Cuenca maneja grupos más grandes de estudiantes de varias carreras.
Japón cuenta que en el 2008 se involucró en el Programa de Capacitación y Educación Continua Sí Profe del Estado. “Fue una experiencia dura, porque había un sesgo racial en ciertos profesores que creían que un indígena no podía acompañar estos procesos”.
Pero en ese mismo espacio se fue haciendo conocer y más tarde fue llamado por la Universidad de Cuenca para el acompañamiento de una maestría en Educación y Desarrollo del Pensamiento.
Diana Gómez, de 32 años, se identifica como afro y es docente de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca. En septiembre pasado fue contratada para trabajar 15 horas semanales y las tardes se dedica a un consultorio médico.
Para ella, no fue difícil ingresar a la universidad porque le llamaron para ocupar la docencia. “Me gusta y estoy lista para participar en cualquier concurso”. Gómez tiene una maestría en pediatría y cursa otra en nutrición infantil.
Japón y Gómez piensan en realizar un doctorado para cumplir con las normativas, pero admiten que el principal limitante es el dinero. “Esos estudios son costosos, se realizan fuera del país y hay pocos mecanismos de financiamiento”, señala Japón.
En contexto
Si bien no existe una exigencia para cubrir vacantes con grupos étnicos, las universidades se interesan por contratar a estos maestros porque le consideran como un centro superior que respeta los principios de igualdad de las minorías y de conexión con la sociedad.