Redacción Agromar
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Elvia Velásquez convirtió a la pequeña terraza de su casa en un huerto.
Allí cosecha rábanos, tomates cherry (pequeño), acelga, espinacas, frutillas, cilantro, perejil, cebollas… Los frutos crecen en baldes de plástico.
Parece imposible, pero se puede cultivar en esos mínimos espacios y tener alimentos. Esta ama de casa, quien vive en la entrada a Llano Grande (norte de Quito), muestra cómo se siembra (ver fotos). No es complicado. Se necesitan baldes, pedazos de bloque , tierra negra, estiércol (de caballo, vaca, gallina, cuy o conejo), abono vegetal (desperdicios orgánicos) y semilla.
Elvia consiguió los baldes en los locales donde venden pinturas y en lubricadoras. Pagó entre USD 0,50 por cada uno. También los venden en USD 1 en el Mercado de San Roque.
La tierra la adquirió sin costo en Calderón. Pero hay otros lugares para obtenerla. Se puede ir al botadero de Zámbiza o a los supermercados.
En la percha de las flores se venden fundas con tierra y abono. Los dos kilos no sobrepasan los USD 0,90.
El abono vegetal no le costó nada. Recogió las cortezas de mango, tomate de árbol, zanahoria, hojas de lechuga dañadas y el cernido del
morocho que desechó mientras cocinaba.
El estiércol de caballo también le salió gratis. Ella lo recogió en sus caminatas por el parque La Carolina. Compró la semilla en un almacén de agroquímicos de Cotocollao. Pago USD 0,30 por la funda con cinco decenas de semillas. En casas comerciales de marca cuestan hasta 1,50. En total, no gastó más de USD 1 por cada balde sembrado.
La siembra no se hace cuando hay luna creciente, porque las plantas no crecen. Por eso, es importante guiarse del calendario lunar, que se vende en librerías.
Los 36 baldes cultivados por Elvia están sobre los bordes de la terraza, que siempre recibe el sol. Tienen que estar lejos del alcance de las mascotas, como perros, para que no los dañen.