Michel Temer es un hábil negociador tras bastidores; está salpicado por la corrupción. Foto: AFP
Poco se sabe de él, en realidad. Se conoce que su carácter frío, calculador y su experiencia política le han permitido saltar de la conspiración en las sombras a la Presidencia de Brasil sin pasar por las urnas.
A los 75 años, Michel Miguel Temer, abogado constitucionalista, católico y descendiente de una familia de origen libanés, asumió el poder de un país dividido políticamente y en recesión, pero inflado de nacionalismo al cabo de unos Juegos Olímpicos que pusieron a Brasil en la mira del planeta.
Mientras los brasileños seguían atentos al frenesí de los Juegos, el ‘impeachment’ contra Dilma Rousseff avanzaba rápido y Temer, mandatario interino desde mayo, se afianzaba en el cargo. Y, de paso, lograba que pasaran desapercibidas las denuncias por corrupción que le salpican.
No obstante, ¿quién es realmente el Presidente que guiará a Brasil por las aguas de la crisis hasta el 1 de enero de 2019? “No sería elegido ni para presidir la comunidad de vecinos de su edificio”, sintetiza un alto funcionario de la Cancillería de Brasil que pidió el anonimato.
Hábil negociador en la sombra, ha mantenido un perfil público bajo y ha cultivado una imagen de sobriedad y un lenguaje rebuscado que le valieron el apodo de ‘mayordomo de una película de terror’ entre sus adversarios políticos.
En los últimos meses ha tratado de cambiar esa imagen, pero no parece haberlo logrado. El sonoro abucheo que sacudió el estadio Maracaná durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos le mantuvo al margen de la cita internacional. Al final, ni siquiera fue a la clausura.
Además, los escándalos de corrupción que minaron a Rousseff salpican también al propio Temer y a dirigentes del partido de este, el poderoso Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Apenas unos días después de asumir interinamente, el hombre que desbancó al PT del poder tuvo que cambiar a tres de sus ministros por acusaciones de corrupción. También, su principal aliado en el proceso de destitución de Rousseff, Eduardo Cunha, dejó la Presidencia del Parlamento acorralado por la Justicia.
La protección de los bastidores no ha impedido que Temer se viera salpicado por el megafraude en Petrobras, donde su nombre ha sido citado en varias delaciones efectuadas por acusados que buscan reducir sus condenas de prisión.
No es de extrañar, en este contexto, que los brasileños miren con recelo a sus políticos, hasta el punto de que, según los sondeos, si Temer -que apenas roza el 10% de popularidad- o el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva -que pasó de ser el político mejor valorado de Brasil a estar en la mira de la Justicia por corrupción- apoyaran a algún candidato para las elecciones municipales de octubre, le harían un flaco favor.
Paradójicamente, quien hoy es calificado de “verdugo” de la ya expresidenta, e indirectamente del Partido de los Trabajadores (PT), llegó a las puertas del poder de la mano de Lula da Silva, para acompañar a Rousseff en la Vicepresidencia, en enero de 2011. Una acción que la exmandataria lamentó varias veces. Este matrimonio de conveniencia nunca tuvo una relación fluida y Temer decidió terminarlo a finales del 2015, cuando Rousseff acusaba el desgaste del deterioro económico.
Fue entonces cuando divulgó una carta en la cual denunciaba que la sucesora de Lula le trataba como un “vice decorativo” y que se sentía como una suerte de “accesorio”.
Lo cierto es que con su ascenso definitivo a la Presidencia, Temer consumó su venganza política sobre la que fuera su aliada en una extraña alianza de Gobierno durante cinco años y medio.
Aunque la caída de Rousseff está ligada al descalabro económico y a los escándalos de corrupción en el país más grande de América Latina, también estuvo impulsada durante meses por intrigas personales entre bastidores. La más simbólica de ellas la que mantuvieron la expresidenta de izquierda y su vicepresidente, vinculado a las élites conservadoras brasileñas.
Ya instalado en el presidencial Palacio de Planalto, el abogado que llegó de las sombras al poder volverá la próxima semana al Maracaná para inaugurar los Paralímpicos. Aún no se sabe si será abucheado de nuevo y si estará acompañado de su mujer, Marcela, una exreina de la belleza local 43 años más joven que él y musa de los encendidos versos que le escribe en servilletas de papel.
“Me falta tristeza/ Instrumento movilizador / De mis escritos. (…) Lamentablemente / Todo anda bien”, escribió.
Textos que, según los críticos, evidencian su falta de trascendencia artística y auguran que si Temer quedara en los libros de historia, no sería como el presidente poeta.