Sismo evidencia la baja calidad de construcción

Vista aérea de una de las zonas del centro de Portoviejo. La capital manabita es una de las ciudades que sufrió, con más fuerza, el embate del terremoto del sábado pasado. Fofo: Vicente Costales

Vista aérea de una de las zonas del centro de Portoviejo. La capital manabita es una de las ciudades que sufrió, con más fuerza, el embate del terremoto del sábado pasado. Fofo: Vicente Costales

Vista aérea de una de las zonas del centro de Portoviejo. La capital manabita es una de las ciudades que sufrió, con más fuerza, el embate del terremoto del sábado pasado. Fofo: Vicente Costales

El grado de destrucción del terremoto en las costas de Manabí y Esmeraldas deja abierta una interrogante. ¿Hasta qué punto la construcción de las viviendas y edificios de estas zonas seguían las normas técnicas establecidas?

Si bien el rostro humano que ha dejado esta tragedia pone en un segundo plano la urgencia de este debate, la pregunta se vuelve importante tras analizar los resultados que, sobre la calidad de las viviendas, arrojó el censo del 2010.

De las 337 970 viviendas que fueron registradas en Manabí, el 67% tenía paredes en estado regular y malo. Porcentajes similares presentaban sus techos y pisos. Hace casi seis años, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) mostraban ya esta preocupante realidad.

Hugo Yepes, exdirector del Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional, en una entrevista con Ecuadoradio, dijo que la vulnerabilidad de las construcciones está presente en todo el país, no solo en Manabí, debido a su alto porcentaje de informalidad.

De hecho, los estudios de la Cámara de la Construcción de Quito para la elaboración de la Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC), vigente desde el año pasado, estiman
que más de tres millones de viviendas a escala nacional “están en grave peligro de ser afectadas por movimientos sísmicos”.

Estefanía Abad, técnica de esta cámara, asegura que esta cifra muestra, entre otras razones (antigüedad, tipo de materiales, lugares donde están ubicadas, suelo, falta de supervisión, etc.), el alto nivel de informalidad técnica con el que se edifica. En el país, según el INEC, hay 4,6 millones de viviendas en el Ecuador.

El terremoto que sacudió a Pedernales, Manta y Portoviejo es “una catástrofe que conmueve, pero que también genera una rebeldía por cómo se ha construido”, dijo Yepes.

A juicio del alcalde de Pedernales, Gabriel Alcívar, la fuerza del sismo rebasa cualquier argumento técnico para evaluar o no la calidad de las edificaciones de su ciudad. “Aquí hubo un terremoto; los hoteles más grandes se vinieron al piso”. “Hemos aplicado las ordenanzas vigentes para la construcción, pero si tenemos que ser más fuertes y exigentes, lo seremos”, acotó.

José Chiluisa, ingeniero y exfuncionario del Ministerio Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), coincide con Yepes en el hecho de que estos poblados manabitas, al igual que muchos otros en el resto del país, tienen construcciones informales, donde no existe la intervención de un profesional; tampoco se respetan criterios técnicos que garanticen la estabilidad de una estructura.

Él advierte que los resultados que arrojó el censo de vivienda del 2010 no revelan parámetros sísmicos sino la inspección visual de la persona que censó la vivienda.

El debate es mucho más complejo y también abarca una razón económica. Mario Sosa, constructor, señala que las exigencias constructivas que constan en la NEC y que son más altas que el anterior Código de la Construcción tienen un alto precio. “Hoy ha subido la escala de diseño (estructural y arquitectónico) ante un sismo. Mientras más alto es el parámetro, la edificación es más cara y la economía no se presta para eso”. Por tanto, propone poner subsidios a ciertos materiales de construcción, como el hierro, para no poner en riesgo al sector.

Jorge Valverde, profesor de la Politécnica Nacional, insiste en que la informalidad con la que se construye evita que el diseño de edificaciones vaya en función del entorno y la calidad del suelo.

En el caso de Manabí, dice que por estar cerca a una costa con alto riesgo sísmico, las viviendas debieron ser más livianas.

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