La Plaza de Ponchos, de Otavalo, uno de los atractivos turísticos de Imbabura, luce vacía desde el 15 de marzo pasado, por la cuarentena sanitaria. Foto: Washington Benalcázar /EL COMERCIO
Aprovechar las potencialidades locales, asociarse entre productores y ofrecer nuevos artículos. Esas son algunas de las alternativas que barajan los sectores productivos de la Sierra Norte, para recuperarse una vez que se supere la crisis por el covid-19.
En el caso del Carchi se aprovechará el potencial agropecuario, explica el analista económico Patricio Silva, que ahora dirige la oficina de Planificación del Municipio de Tulcán.
Comenta que junto a los gremios de agricultores y ganaderos se trabaja en un proyecto para ver cómo llegar a los mercados, con nuevas formas de comercialización.
“Con menos circulante en las manos de los compradores, los artículos como alimentos serán prioritarios”, explica.
La empresa Otavalo, al igual que otras de la provincia, tienen guardados sus autobuses. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO
Entre las ventajas del Carchi está el potencial de producción de leche, con 400 litros diarios, y de papa, con 308 000 toneladas al año, según cifras de la Prefectura.
Desde el mes anterior, sin embargo, baja paulatinamente el envío del tubérculo a Guayaquil -hacia donde iba el 60% de la producción-, dice el prefecto Guillermo Herrera.
Eso se debe a que menos transportistas de carga quieren ir al Puerto Principal, ante la amenaza de la pandemia. Eso a su vez redujo la demanda de jornaleros en los campos.
En Imbabura, el sector turístico ha sido uno de los más golpeados. Los 161 establecimientos de alojamiento registrados en el Ministerio de Turismo están cerrados.
Según Carlos Salazar, presidente de la Asociación de Hoteleros, esta actividad será una de las que tardará más tiempo en recuperarse.
A pesar de ello, comenta que la crisis unió a los empresarios, que ahora sueñan con proyectos conjuntos. Uno de ellos es que no se vendan paquetes por cada negocio, sino que sea una oferta única de Imbabura, como Geoparque.
Héctor Santillán, gerente de Hotel Indio Inn, de Otavalo, dice que sus clientes de Europa y Estados Unidos cancelaron las reservaciones de abril.
Ello le representa una pérdida de USD 30 000 al mes. Su negocio tiene capacidad para acoger a 77 visitantes. El hotel ofrece empleo a 12 personas, que ahora están en sus casas.
A escala nacional, el sector turístico perdió USD 418 millones en marzo pasado, según la Agenda de Recuperación y Reactivación del sector del Ministerio de Turismo.
La ausencia de clientes se evidencia en imanes turísticos como la Plaza de Ponchos, de Otavalo. La última feria se realizó el 14 de marzo.
Ahora las casetas de columnas y techos blancos lucen vacías. “Es la primera vez que el mercado se cierra tanto tiempo, desde 1971 cuando fue abierto con el actual diseño. Así rememora el artesano Rafael Perugachi, de 72 años, refiriéndose a la paralización obligada por la cuarentena dispuesta por el Gobierno.
El kichwa, que vende tapices con diseños andinos, es uno de los 3 000 artesanos y comerciantes que labora en el lugar.
Los ciudadanos que trabajan en el mercado artesanal se quedaron en sus viviendas. Algunos laboran, como Perugachi, quien sigue tejiendo tapices esperando que todo se normalice. Entre tanto, su familia está sobreviviendo con unos ahorros que tenía.
Los choferes también viven su crisis. Juan Carlos Enríquez, presidente de Transportes Unidos de Imbabura, está preocupado porque la paralización obligatoria continuará por unas semanas más.
Asegura que las pérdidas son cuantiosas para Transportes Unidos, que aglutina a 120 propietarios de autobuses de las empresas Andina, Expreso Turismo y Aerotaxi. Cada unidad factura un promedio de USD 200 diarios.
Según el dirigente, una alternativa para el sector sería que las autoridades les contratasen, por ejemplo, para movilizar durante la crisis a personas como médicos y militares.
Una situación parecida se vive en el Carchi. Armando Chulde, presidente de la Unión de Cooperativas de Transporte de Pasajeros de esta provincia, comenta que cada operadora tuvo que buscar alternativas para pagar los sueldos a sus empleados, arriendo de oficinas y seguros.
Señala que cada autobús de transporte interprovincial sustenta a la familia del propietario, conductor y ayudante.
Un tema que inquieta a todos son las deudas. “Hay compañeros que pagan letras de USD 1 800 y 2 500 cada mes, por vehículos que han adquirido. Un bus nuevo cuesta 150 000”.
La suspensión de la movilidad del transporte público también afectó a la Terminal Terrestre Ecuador de Tulcán. Según el administrador, Luis Villarruel, se deja de percibir entre USD 650 y 730 diarios por el pago que realizan los autobuses por el uso de las instalaciones.
El prefecto Herrera considera que una vez que se supere la crisis debe haber un fuerte apoyo estatal, con recursos y un control estricto de precios.
EL COMERCIO
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