Conforme se acerca el 10 de agosto, las conmemoraciones por el Bicentenario de 1809 se celebran con más intensidad en número, calidad e interés. Convocadas con depurado patriotismo, la ciudadanía asiste fervorosa, sin otro afán que rendir tributo a los héroes y mártires de la Revolución de Quito, la primera en deponer a las autoridades coloniales e instaurar el primer gobierno criollo en el antiguo imperio español.
Aún más intensas son tal vez, en estos días, las actividades políticas por la culminación del proceso electoral, bajo la Carta recién expedida, que obligó a nuevas elecciones para que el pueblo, en quien radica la soberanía -¡la misma tesis jurídica de los próceres de 1809!- pueda elegir la totalidad de sus autoridades: Presidente y Vicepresidente de la República, parlamentarios andinos, asambleístas nacionales y del exterior, alcaldes y concejales.
Los actos cívicos han coincidido en fechas y lugares y los protagonistas, en algunos casos los mismos, se han visto constreñidos a ajustar sus agendas y acelerar el ritmo de sus compromisos. Gobiernos, Municipios, academias y asociaciones culturales se han reunido de acuerdo con sus respectivos programas y han logrado extremada puntualidad y nutridas asistencias. Imposible aceptar todas las invitaciones recibidas consagradas a celebrar la Revolución de Quito de 1809, cuna del actual Ecuador. Muy difícil reseñar todos los actos a los que pude asistir.
En la Academia de Historia: Sesión por cumplir un siglo de vida; homenaje a Mons. Federico González Suárez, corona de flores en su mausoleo y misa de acción de gracias. Sesión en el Museo Arquidiocesano: Conferencia del P. Agustín Moreno; Juan Cordero, discurso sobre el acto fundacional. También sesionó la Academia de la Lengua al incorporar a Alfonso Barrera como miembro de número.
Quizás el acto más importante de la semana fue la entrega a Rafael Correa Delgado del documento que le acredita haber triunfado, también en los últimos comicios, su revolución ciudadana. En el Teatro Sucre, el ya varias veces vencedor, recibió la respectiva notificación, según la cual su Presidencia se prolongará hasta el año 2013.
Deberá renunciar una parte de su actual período para jurar, según la Constitución recién entrada en vigencia, una nueva etapa de cuatro años. El Ec. Correa fue recibido y despedido en el Teatro Sucre con aplausos de sus partidarios, que coreaban a todo pulmón la canción guerrillera: “Alerta, / alerta que camina, / la espada de Bolívar por América Latina”.
Cuando ya salía en medio de la multitud, me atreví a decirle: “Señor Presidente, para durar cuatro años más hay que aplicar la prudencia, primera regla ética del buen gobernante”. De inmediato, coloreando como si le hubiera cogido en falta pero sonriente, me respondió con una confesión espontánea que le redime de sus improntus sabatinos: “Es cierto que en mis improvisaciones orales se me escapan imprudentes declaraciones que habría sido mejor no hacer”. Y siguió su camino, en medio del oleaje y los aplausos de la multitud.