El sobreviviente ecuatoriano de la masacre ocurrida el domingo pasado en Tamaulipas (México), fue declarado testigo protegido por la Fiscalía de ese país. El hecho ocurrió en un rancho de San Fernando.
Este cañarense escapó de sus captores tras recorrer varios kilómetros y fue socorrido por la Armada. Ahora se recupera en un centro médico de la Marina. En la comunidad de Ger, en el cantón Cañar, su familia está angustiada.Ellos temen por sus vidas. Dicen que han recibido amenazas del coyotero conocido como Carlos. Por eso, el Ministerio del Interior dispuso que la Policía brindara seguridad integral a los familiares que viven en este poblado, ubicado a cuatro horas de Cuenca.
La esposa del emigrante pidió ayer a las autoridades de la Secretaría Nacional del Migrante (Senami) que le permitieran viajar a México para estar con Lala. Está embarazada de cuatro meses y desde que se enteró del hecho su sufrimiento aumentó.
Dos días después de cumplir 18 años (julio pasado), el sobreviviente ecuatoriano sacó el pasaporte y viajó a EE.UU. para buscar un empleo y mantener a su familia. A inicios de este año, él quiso emigrar con su esposa. Pero el coyotero le dijo que viajaría cuando sea mayor de edad.
Contaba los días, recuerda la mujer. Por su embarazo y por pedido de su madre, esta indígena de habla quichua, pollera y sombrero, desistió de viajar.
“Le rogué que no se fuera porque sufriría, pero no me escuchó”, decía la cañarense mientras secaba sus lágrimas con los puños de su chompa. El compatriota dejó Ger una noche, para encontrarse con el coyotero en Cuenca. Al día siguiente sacó el pasaporte y pactó el viaje por USD 11 000.
Luego le llamó para avisarle que al día siguiente iniciaba la travesía. “No sé por dónde se fue. Le mandé una mochila con dos paradas de ropa y una funda de caramelos. También tres cuyes y mote para mi suegra”. Los padres del compatriota viven en EE.UU.
Él se despidió por teléfono solo de su esposa, porque sus siete hermanos no querían que viajara. Ella no paraba de llorar y su esposo le dijo que no sufriera porque se iba a trabajar por ellos.
Cuando su madre, Oliva, emigró a Estados Unidos hace dos años, este joven cañarense se hizo cargo de sus hermanos, cinco menores de edad. Una de las mayores es madre soltera.
Su padre, Alejandro, emigró hace seis años, pero solo trabaja por horas. Además, tienen una deuda de USD 10 000 por el viaje de Oliva, que no pueden pagar.
Según la Embajada de Ecuador en EE.UU., se adoptan medidas para proteger la integridad de los padres, porque el coyoterismo también opera en ese país.
Él laboraba en la agricultura en Ger y en la Costa. Perdió a su primer hijo de seis meses. El bebé nació bajo de peso y enfermaba con frecuencia. Tuvo problemas respiratorios y murió, recuerda su abuela, Tránsito Chima. “Él sufría mucho”.
También se angustiaba cuando estaba sin trabajo porque no sabía cómo mantener a su familia, explicó su tía, Josefina Lala. Sus padres, en el mejor de los casos, les enviaban USD 100 al mes.
En su casa viven 11 personas, la mayoría niños. Es fácil advertir su pobreza tras una alambrada que resguarda el patio de tierra. En un cuarto hay cuatro camas y una cocina, separadas por plásticos.
La casa de adobe de esta familia contrasta con las existentes en Ger. La mayoría de tres plantas y de hormigón, de propiedad de emigrantes. Según el dirigente de la comunidad, Héctor Lala, todos tienen pariente en el exterior.
El poblado tiene agua entubada y se construye el alcantarillado. Es silencioso, sombrío, las calles están vacías y las puertas y ventanas están cerradas. Los niños están ocupados en la agricultura porque sus padres emigraron.
La calma de Ger se alteró, allí viven unas 150 familias. Desde el miércoles pasado están atentos – a través de la televisión- de la salud del emigrante. También están temerosos por la presencia de policías resguardando la zona.
Fue un pedido que hicieron ayer las autoridades de la Senami del Austro a la Gobernación del Cañar. También pidieron prudencia a los medios de comunicación al difundir los hechos, señaló Fernanda Carrión, de la Unidad de Atención de la Senami.
Una tía del emigrante contó que la Senami pidió silencio a la familia y que no se expongan. Carrión dijo que al ser un testigo protegido explicaron a sus parientes la gravedad de la situación. “Ellos decidirán si dan más entrevistas”.
Esta familia optó por el silencio. No contestarán el teléfono porque están atemorizados, dijo el presidente de la Junta Parroquial de Gualleturo, Armando Sojos.