Sus hijos lo vieron morir en manos de desconocidos, que lo buscaban por deudas pendientes de drogas.
Impávidos, los pequeños de 9 y 11 años vieron las armas blancas que le quitaron la vida a su padre que estaba botado en el piso.
Fernando V. tenía 41 años y había empezado a consumir drogas desde los 14, cuando su madre lo abandonó. En dos ocasiones ingresó a centros de rehabilitación para dependientes, pero no dio resultado. El día en que lo asesinaron iba a internarse voluntariamente en uno de estos centros.
Según sus familiares, las razones de su dependencia estaban ligadas a los problemas que tuvo que enfrentar solo en su adolescencia. Aunque para Luis Tayupanta, psicólogo y coordinador del sistema InformaT/AyudaT, los motivos de dependencia de estupefacientes pueden variar.
Generalmente -dice el psicólogo- la dependencia se relaciona con problemas como hogares disfuncionales, indiferencia de los padres, problemas en casa. “Pero no se puede estigmatizar. Hay un gran número de personas que no tienen ni afrontan graves problemas y, sin embargo, están en estos problemas (de la droga)”.
Por casos como estos, desde inicios de este mes comenzó a operar en Quito el denominado programa PACT (Programa Ambulatorio Contra las Toxicomanías) en la Fundación Nuestros Jóvenes.
En esta unidad, el paciente no necesita internarse y puede continuar con sus actividades cotidianas. Carlos Vallejo, coordinador del área de prevención y tratamiento de la fundación, sostiene que para la rehabilitación de una persona dependiente es vital que esta admita que tiene un problema de adicción y quiera tratarse.
Lo importante -destaca Vallejo- es que la persona adicta no se aísle de su medio, sino que permanezca junto a las personas de confianza, “que son quienes le van a dar el apoyo para su recuperación”.
Un estudio que en el 2008 realizó el Consejo Nacional del Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep) revela que las edades promedio del primer consumo de drogas entre colegiales está entre los 12 y 15 años (ver infografía).
Margarita F. (nombre protegido) fumó por primera vez marihuana a los 15 años. Con el tiempo su madre notó que ella tenía fuertes variaciones en el estado de ánimo y en su aspecto físico. En dos años, la joven pasó de la marihuana a la base de coca.
El ambiente familiar de la menor parecía bueno y su madre no encontraba la razón por la que Margarita no podía dejar de consumir. La llevó a un centro de rehabilitación sin su consentimiento. Salió luego de tres meses y nuevamente recayó.
De ahí que Tayupanta aconseja que en esta edad, los padres se mantengan al pendiente de sus hijos, les brinden confianza y seguridad. Esto -dice- incluso cuando se den cuenta de que sus hijos están consumiendo drogas.
“El padre de familia debe estar enterado del tipo de drogas que existe, sus efectos y sus consecuencias. Pese al dolor, necesitan estar conscientes de que junto a su hijo y sin recriminaciones lo ayudarán a salir de eso”, recalca.
Del 100% de los casos que se receptan en el sistema AyudaT, el 5% es de dependientes. La cifra restante pertenece a la ayuda que solicitan los familiares cercanos.
Ambas ayudas buscan orientar primero a los padres o a los familiares cercanos. Una vez que se consigue este paso, se trata a la persona dependiente de droga siempre y cuando acepte la ayuda voluntariamente.
De enero a mayo de este año, 407 personas han ingresado a consultas en la fundación. De ellas, 47 son por problemas con la adicción a las drogas. Para solicitar información puede llamar al 244 9650. Allí se puede coger una cita para consulta psicológica o puede acudir a la avenida Amazonas y Gaspar de Villarroel.
Uno de las formas para llevar a un dependiente a tratamiento es mediante una consulta psicológica. Tayupanta indica que cuando hay adicción, los cambios en una persona son evidentes y es por allí que los familiares pueden convencerlo de ir al psicólogo. “De obtener un sí, la persona ingresa y descubre que el problema está en los estupefacientes”.