Desde que formé mi hogar, hace 5 años, quise tener un negocio propio para brindarle una estabilidad económica a mi familia. Finalmente, hace un año, mi sueño se estaba haciendo realidad. Con mi esposo, alquilamos un local e instalamos unas cabinas telefónicas. Para ello utilizamos los ahorros que reunimos desde que nos casamos.
Recuerdo que la decisión de emprender un nuevo negocio nació a raíz de que quedé embarazada y necesitábamos empezar a construir un futuro para nuestro hijo. El primer mes fue difícil porque no teníamos muchos clientes, pero poco a poco fuimos adquiriendo clientela.
Luego de seis meses de haber iniciado con el negocio, llegó un día lamentable en nuestras vidas y que fue determinante para el futuro de lo que habíamos creado. Recuerdo que eran las 10:00, me encontraba en la caja, mientras mi esposo le hacía mantenimiento a los teléfonos.
De pronto, dos hombres, de aproximadamente 28 años, entraron al local y pidieron utilizar una cabina. No me inspiraron confianza, pero no pensé que tuvieran la osadía de intentar robar a plena luz del día.
Noté que cuando los jóvenes colgaron el teléfono, mi esposo se apresuró e ingresó a la caja, donde me encontraba y me dijo que esos hombres eran sospechosos.
Estaba muy asustada. Con voz temblorosa les dije el precio de la llamada. Uno de ellos introdujo su mano en el bolsillo del pantalón para buscar el dinero, pero sacó una pistola con la que nos amenazó. Mi esposo salió y empezó a forcejear con los desconocidos.
Mis gritos eran tan fuertes que los vecinos escucharon y las personas empezaron a aglomerarse en la entrada del local. Uno de los comerciantes de la zona aseguró que había llamado a la Policía; cuando los dos hombres escucharon eso salieron corriendo, no sin antes llevarse mi celular.
Agradecemos a Dios porque no nos ocurrió nada y las pérdidas no fueron grandes, pero esos recuerdos no se olvidan fácilmente y mucho menos cuando se está embarazada y sientes que puedes perder a tu hijo. Recuerdo que yo le gritaba a mi esposo que no peleara con los delincuentes, que pensara en nuestro bebé.
Lo que más tristeza nos da es que la Policía nunca llegó y cuando pusimos la denuncia en la Fiscalía no le dieron importancia al caso. En esos momentos nos sentimos tan desprotegidos que tomamos la decisión de vender nuestro local. Desde entonces volvimos a trabajar como empleados de una empresa privada.