Julián Ramón Pincay Panchana, de 45 años, no pudo llegar a la casa con los encebollados que compró. Fue asesinado cuando caminaba por el sector de la calle 30 y Callejón Q, del suburbio de Guayaquil.
Eran las 08:30 del pasado viernes. Testigos indicaron que un desconocido se le acercó repentinamente, sacó de su cintura un arma de fuego y disparó varias veces contra él. “Se fugó en un taxi que lo estaba esperando cerca del lugar”, dijo un testigo.Un familiar de la víctima cree que el crimen fue por represalias. “Sé que fue por alguna venganza. Todavía no podemos decir nada”, comentó el allegado que no quiso identificarse.
Carlos Uquillas Barrera, de 49 años, y Alberto Hernández Rodríguez, de 32, tuvieron el mismo final. El primero recibió tres tiros a las 11:10 del miércoles pasado afuera del patio de venta de vehículos Autofast, de la vía Juan Tanca Marengo. Mientras que Hernández Rodríguez recibió un disparo en el pecho el 28 de abril cuando vendía ropa en las calles Pichincha y Colón, sector de la Bahía (centro de Guayaquil). Ambos crímenes fueron cometidos por un desconocido, de contextura delgada, que vestía camiseta blanca. Uquillas tenía antecedentes por tenencia de drogas, según la Policía.
Estos tres casos forman parte de 10 crímenes con características de sicariato que se han reportado en las tres últimas semanas en diferentes sectores de Guayaquil. La Policía no tiene cifras oficiales sobre sicariato, porque esta modalidad todavía no está tipificada en el Código Penal. Pero la Brigada de Delitos Contra las Personas de la Policía Judicial señala que entre enero y abril pasado hubo 221 muertes violentas. Además, 66 de los fallecidos tenían antecedentes penales.
Este último detalle es un indicador importante para Juan Ruales, jefe del Comando Guayas, pues considera que ayuda a esclarecer los motivos de esas muertes. “El móvil de esos asesinatos no es el robo, es la venganza. Y se origina por el mal reparto de dinero por la venta de drogas o deudas”.
Jorge Blum, fiscal de la Unidad de Delitos Contra las Personas, señala también que hay una guerra entre los miembros de pandillas por asumir el liderazgo que dejó el líder de los Ñetas, Luis Noboa, tras su asesinato hace un año. “Los pandilleros se matan por la rivalidad entre ellos, por obtener liderazgo”, expresó Blum.
El fiscal agrega, además, que esta forma de asesinatos está también ligada al tráfico de estupefacientes. “También se están matando por proteger el territorio para la venta de la droga y los robos. Hay gente que no paga la droga que compra o sus deudas que adquieren por esta actividad”.
Blum indica que es muy difícil indagar las muertes violentas porque los familiares de las víctimas no colaboran. Sin embargo, los investigadores trabajan desde hace un mes y medio recopilando detalles de los casos bajo la modalidad de encargo.