Para ayer tarde había previsto regresar a su natal Echendía, en Bolívar, luego de permanecer tres meses en Cuenca. Pero en el viernes, Jonathan T., de 19 años, fue asesinado en el interior de una escuela de la capital azuaya.
Fue un hecho extraño. Casi nadie vio cómo ocurrió y menos al presunto autor del crimen, pese a que en ese momento se encontraban alumnos, profesores y padres de familia en la finalización del año lectivo. El establecimiento educativo se encuentra ubicado en el Barrial Blanco, una zona considerada insegura por la Policía y por los vecinos.
Jonathan había llegado con sus tíos Janeth T, de 30 y Ángel Q., de 32. Ellos acompañaban a su hija en el acto de clausura del segundo de básica. Jonathan se quedó fuera del aula en el tercer piso, escuchando música.
Eran las 11:00 y adentro los padres de familia se servían un refrigerio, cuando Jonathan ingresó abruptamente buscando con la mirada a sus familiares.
“Por el costado derecho de su cuello brotaba la sangre a borbotones y todos gritaban. Ángel se acercó rápido, lo abrazó y tapó con su mano el orificio”, contó Janeth T.
Según Ángel, solo le dijo “un hombre me hirió en la yugular, ayúdame y se desmayó”. Unos niños que vieron el hecho contaron que Jonathan no se dejó robar el celular y por eso un delincuente lo atacó y escapó a precipitada carrera.
La familia de Jonathan también cree que se trató de un intento de asalto porque en Cuenca no tenía amigos y andaba bien vestido. Hasta ayer, los agentes de la Policía Judicial no tenían pistas.
En lo que va del año, en Cuenca se han registrado 16 muertes violentas y todos los casos están en investigaciones.
En febrero, el vicepresidente de la Cámara de Comercio, Fausto Malo, fue asesinado en su vivienda. En abril, tres miembros de la familia Vega de la Cuadra Monsalve (dos hijos y el padre) aparecieron muertos por impactos de bala, también en el interior de su vivienda.
A la media noche de anteayer, tras la autopsia, el cuerpo de Jonathan fue llevado a Echendía. Hoy, a las 13:00, será el sepelio. El muchacho había llegado a pasar vacaciones en Cuenca, pero le gustó la ciudad y trabajó en una floricultora.