Cuando Milton L. se dirigió ayer al barrio Jaime Roldós, en el noroccidente de Quito, para repartir confites en su camioneta blanca, alistó USD 5 en el bolsillo. “Es el ‘peaje’ que me piden para ingresar. Así no me roban y trabajo tranquilo”.
Él se dirigió primero a Rancho Alto para repartir la mercadería. Luego subió a Consejo Provincial, donde los propietarios de las tiendas de abarrotes esperaban la mercadería. Finalmente, el recorrido terminó en Jaime Roldós, Pisulí y Colinas del Norte. Los cinco barrios pertenecen a la Administración Zonal (AZ) La Delicia.
En ese sector, el Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana ha registrado 888 delitos contra personas hasta noviembre de este año (ver cuadro adjunto). Eso significa que existe un promedio de dos asaltos por día.
Los delitos contra las personas se incrementaron en esos barrios, pues en el mismo período del 2009 hubo 559 casos. En el 2008 se reportaron 899.
“En algunas ocasiones, los delincuentes han utilizado armas de fuego para quitarles a los proveedores lo que transportan”, cuenta Norma T., propietaria de una tienda, en Jaime Roldós.
Paulo Espinoza, jefe de la Unidad de Policía Comunitaria de Pisulí, quien coordina las labores policiales en los cinco barrios, dice que la delincuencia se aprovecha de las fechas navideñas para atracar a esos vehículos. “Por eso, cuando va a venir un camión repartidor, les pedimos a las fábricas que nos avisen para darles seguridad y evitar problemas”.
Los robos causan nerviosismo en la gente, que no se atreve a denunciar por miedo a represalias. Eso pasa también con quienes ubican a las personas que se dedican al tráfico de drogas.
Según los moradores, el mercado Jaime Roldós y la parada de buses de Pisulí son los sitios donde se venden alcaloides. En el primer sitio, “un grupo de mujeres viene todos los días. En la mañana no aparecen, pero por la tarde comienzan a deambular por las calles. Se quedan hasta altas horas de la madrugada”, indicó un morador que no reveló su identidad.
Marcelo Tobar, jefe Antinarcóticos de Pichincha, señala que en el norte de Quito los vendedores de alcaloides operan de forma fluctuante. Es decir, se mueven de un sitio a otro y así se contactan con los compradores de drogas.
El uniformado agrega que los sectores donde se vende droga en el norte de Quito son La Delicia, Cotocollao, Parque Inglés, La Ofelia, La Florida, entre otros. “Por ejemplo, los expendedores del Parque Inglés también lo hacen en la avenida Real Audiencia. Ellos andan en bicicleta o en ve-hículos. Otros hacen la entrega a domicilio”, manifestó.
El Observatorio señala que de acuerdo con una encuesta realizada a 183 actores en las diferentes administraciones zonales de Quito, el 65% de la delincuencia originada en La Delicia se debe a la venta de estupefacientes.
Lo mismo sucede en la AZ Norte. Datos proporcionados por la Jefatura Provincial Antinarcóticos revelan que hasta el 19 de diciembre, en Pichincha se han confiscado 652 127 kilos de droga.
En Cotocollao, que pertenece a la Administración Zonal Norte, se vende droga, cuentan los moradores. Ellos afirman que en el parque central, junto a la iglesia, un grupo de personas se dedica a esa actividad. “En el parque, jóvenes estudiantes de colegio se sientan sobre la pileta para vender. A ellos se les acercan otros jóvenes que vienen con actitud de compradores”, comentó Esthela C., moradora de Cotocollao.
En horas de la madrugada, en La Ofelia, los moradores también han observado gente que deambula por el mercado con actitud sospechosa. “¿Quién camina a esas horas de lunes a viernes?”, se pregunta Mireya T.
A esto se suman los robos a los transeúntes y los locales comerciales. Mireya T. cuenta que pasadas las 21:00 las calles de Cotocollao se tornan peligrosas. “Cierro mi local a las 21:00. En las noches es frecuente escuchar a gente que pide ayuda o que gritan ‘¡cógele al ladrón!”.
Los delitos contra personas han aumentado en la zona norte. En el 2009 se registraron 3 301, mientras que en el 2010 hubo 3 740. Sin embargo, ese registro es inferior al del 2008, con 5 045.
En Calderón (extremo norte de Quito), los delitos contra las personas aumentaron. Este año hubo 241 casos, mientras que en el 2009 se presentaron 99.
Milton C. canceló los USD 5 para que lo protegieran. Él cuenta que los delincuentes se comunicaron entre ellos para que otros no lo asaltaran. Admite que hace un año cometió el error de pelear con ellos cuando intentaron robarle. Por eso, lo persiguieron hasta que logró escapar del barrio.
Ahora, Milton relata que se hizo ‘amigo’ de ellos por protección y ya no han intentado asaltarle.
QUITO
‘Estamos inseguros y desarmados’A mí me asaltó un hombre cuando iba del mercado con las compras. De pronto me cogió, me insultó y con malas palabras me pidió que le diera toda la plata que tenía. Pero ya me había gastado en las compras.
Solo estaba con cinco dólares y se llevó eso. En ese instante recordé que me iba a quedar sin pasajes para volver a casa y le arranché 50 centavos. Gracias a Dios no me hizo nada y se fue corriendo. Eso pasó sobre un puente y los policías estaban abajo. No pudieron hacer nada porque todo fue rápido.
Le pediría al Gobierno que se preocupe más por nosotros. Estamos inseguros, los que más armas tienen son los delincuentes y nos atacan. Los policías qué pueden hacer si no tienen con qué defenderse. Eso también debería verse.
Donde yo vivo hay dos cantinas. Allí siempre pasan bastantes borrachos. A nosotros no nos hacen nada, porque ya nos conocen, pero a las señoritas que van al colegio si les cogen. Un día a las 06:00 la gente gritaba que han asaltado a alguien. Mi esposo salió y tenía miedo que le dispararan los ladrones.
Él le ayudó a la chica, vinieron los policías, pero no hicieron nada. Solo un momento estaban en averiguaciones, detuvieron a los borrachos, hicieron que devuelva el celular y cada quien se fue para su casa. Eso no puede pasar. Debe haber un castigo fuerte.
La propuesta
César Robalino
Director ejecutivo de la Asociación de Bancos
‘El cliente debe cuidarse’
Como sector bancario hemos iniciado una campaña de recomendaciones para nuestros clientes. Para eso distribuimos folletos con consejos sobre cómo hacer las transferencias en forma personal o por Internet.
Recomendamos que no trasladen grandes cantidades de dinero, sino que prefieran cheques certificados. Que tampoco presten las claves ni a los familiares, porque a veces en un descuido pueden perderla y llegar a manos de delincuentes, quienes aprovechan para retirar dinero.
En los cajeros automáticos colocamos protectores especiales para evitar que quienes estén detrás miren lo que se marca.
Pero los clientes también deben tomar precauciones como colocar su mano sobre el protector en el momento de presionar la clave para que nadie lo vea.
Como Asociación de Bancos nos reunimos con la Policía para asumir otras tres acciones a partir del 2011, aunque por seguridad no podemos adelantarlas.