José R. (nombre protegido) buscó un sitio seguro junto a la Unidad de Vigilancia Móvil para contestar una llamada a su celular. El miércoles, a las 13:00, y quiso evitar que le arrancharan su teléfono, mientras caminaba por el sector de La Marín, en el centro de Quito.
Apenas acabó de hablar, José aseguró su celular en el bolsillo delantero y siguió su camino. Los dueños y despachadores de los almacenes del sector aseguran que en este sitio son frecuentes los robos de aparatos telefónicos.
Los vecinos cuentan que estos robos ocurren más al mediodía, durante la hora de la salida de clases de los estudiantes, y en la tarde, cuando oficinistas y trabajadores retornan a sus hogares.
A esas horas, decenas de personas van y vienen. Justo en medio de ese tumulto de gente, los delincuentes aprovechan para cometer el ilícito. Es un delito cada vez más frecuente. En la actualidad, solo en la Comisaría IV se receptan alrededor de 20 denuncias semanales de hurto de celulares.
Según el Observatorio de Seguridad Ciudadana, solo en Quito subió de 3 360 denuncias de robos de celulares y equipos de comunicación en el 2009 a 4 005 durante el 2010.
Silvio Dávila, director de la Brigada de Delitos contra la propiedad, identifica a La Marín como una de las cinco zonas con mayor incidencia de este tipo de delitos en la capital (ver infografía). También lo relaciona con, al menos, dos centros comerciales del sector considerados nichos del comercio ilícito de estos artefactos.
La Policía Judicial (PJ) de Pichincha registra otros cuatro sectores en la capital donde hay espacios para la compra-venta de estos productos, entre ellos hay sitios de cabinas telefónicas y otros. Están en el interior o en los alrededores de locales comerciales de Chillogallo y en los mercados San Roque, Tumbaco y El Camal. En Pichincha se suma un mercado en Machachi (Mejía).
La mayoría de los 360 locales, en un centro comercial ubicado en el Centro Histórico de Quito, está dedicado a la comercialización de teléfonos celulares.
En cada vitrina se exhiben hasta 30 aparatos. Al realizar un recorrido como cliente, se puede encontrar una diversidad de marcas y modelos. A simple vista, la mayoría de objetos tiene desgaste y rayones en sus carcasas.
Hasta allí acudió Carlos C. para buscar un modelo “más actual”. Miró los celulares en exhibición, pero ninguno le satisfizo. El dueño de un local le invitó a ingresar y le ofreció otros modelos, que guardaba en una caja. Acordó recibir su viejo celular por USD 40, como parte de pago por USD 120. Carlos dice que acudió a este sitio porque su presupuesto no alcanza para ir a tiendas legales.
En las vitrinas de estas cachinerías se ofrecen celulares BlackBerry de USD 450 por USD 200 dólares, incluso con la posibilidad de regatear.
Un Sony Ericsson que incluye dos chips vale USD 95, cuando su costo oficial supera los 180.
En la pared norte del nivel cuatro de este céntrico establecimiento se lee en una borrosa cartelera: “En caso de encontrar a personas ajenas al centro comercial haciendo negocios se lo detendrá y se entregará a la Policía”.
El dueño de un local, apenas sospecha algún riesgo de ser descubierto en el ilícito, indica que para comprar un artefacto necesitaba la factura, pero dos locales más allá aceptó un celular usado como parte de pago de otro sin requerir ningún documento que avalice la idoneidad.
Sin embargo, Dávila asegura que estos locales solo son una fachada. Allí se engancha al potencial comprador y se llega a un acuerdo, pero el producto vendido se entrega en otro sitio. “Como una estrategia para evitar el decomiso durante los operativos en contra de las cachinerías, ya no guardan los aparatos en sus locales. En estos solo tienen algunas muestras, mezcladas con carcasas y otros insumos”.
De acuerdo con el seguimiento hecho por la PJ, estos centros son el paradero de la mayoría de celulares robados en el sector de La Marín y en otros sitios aledaños. Igual ocurre con el mercado San Roque o Las Cuadras en Chillogallo.
En estas zonas, operan bandas de cuatro y más integrantes, las cuales no discriminan el tipo de celular como su objetivo.
En cambio, en sectores como la Jipijapa, El Bosque, Aeropuerto, zona de influencia del parque La Carolina (norte de Quito) el robo es más selectivo. Es decir, los presuntos delincuentes prefieren celulares de mejor tecnología y mayor costo. Para eso hacen una previa selección y seguimiento a las potenciales víctimas.
En la Policía Judicial no se descarta que muchos de los celulares que se expenden en las cachinerías sean traídos desde Colombia, país donde son sustraídos, pero que no pueden ser desbloqueados. Esta sospecha se sustenta en varios decomisos hechos en la frontera de bultos con este contenido, el año anterior.
Quito
Cristina Gordillo
víctima de la delincuencia
‘Dos hombres entraron al auto’
Era sábado, pasadas las 19:00. Yo circulaba de sur a norte por la av. 6 de Diciembre en el auto de mi hermano, un Daihatsu negro. Al llegar a la avenida El Inca el semáforo cambió a rojo, enseguida sentí un estruendo a mi lado derecho: la ventana del copiloto estaba rota. Un hombre metió su mano y quitó el seguro, otro ingresó por la puerta posterior y me apuntó en el cuello con una pistola. Había dos vehículos junto al mío y nadie hizo nada por ayudarme. Cuando la luz del semáforo cambió a verde los desconocidos gritaron “acelera”.
Avancé cuatro cuadras. Ordenaron que entrara a una calle transversal y quitaron la llave del ‘switch’ de encendido; empujaron mi cabeza hacia el volante y me amenazaron para que no la levantara hasta que ellos se fueran.
Se llevaron mi bolso con USD 300, la llave del carro, documentos personales y tarjetas bancarias. Estaba muy nerviosa. Pasaron un par de minutos cuando apareció una señora que vio el robo, ella me dio un vaso con agua y me dijo que en ese sector siempre sucedía lo mismo.
Llamé a mi hermano para que trajera la llave del auto. Denuncié en la Policía Judicial, pero no recuperé el dinero. Un señor me devolvió el bolso con los documentos; dijo que lo había hallado cerca de la terminal terrestre del norte.
La propuesta
Joaquín Viteri
Experto en Seguridad Social
‘El empleo es primordial’
La seguridad ciudadana está estrechamente relacionada con la Seguridad Social. Son complementarias, porque el pleno empleo evita que la gente caiga en actividades delincuenciales y eso hace que baje el índice de la inseguridad ciudadana.
La desocupación y la subocupación provocan inseguridad, violencia, drogadicción y delincuencia. Por eso es fundamental que la inseguridad sea combatida con un elemento transcendental: el pleno empleo es primordial. Además, es imperativa una reestructuración tanto de la Fiscalía, como de los jueces que trabajan en las cortes del país. Esto es urgente, porque en este momento en ninguna instancia se da garantía al ciudadano. Él no cree que se va a aplicar la ley.
Por eso, las personas prefieren no planteardenuncias cuando son víctimas de robos o asaltos.
Esto ocurre, porque saben que no va a pasar nada, que no van a recuperar las cosas robadas y que todo esfuerzo quedará allí.