A mi hijo lo mataron en Carapungo (norte de Quito). Ocurrió el 23 de febrero del 2009 a eso de las 02:00. Lo que sabemos es que él se fue con un amigo a la casa de su ex pareja. Quería retirar una chompa. Ni siquiera golpeó la puerta, sino que silbó, pero salieron dos personas y le agredieron hasta matarlo.
Nosotros nos enteramos a las 07:00 del siguiente día, cuando el cuerpo era llevado en el carro de Criminalística. Lo peor vino después, en las investigaciones.
Eso lo hicimos nosotros con nuestro dinero; es decir, Washington Caicedo, esposa, hijos y sobrinos. Trabajamos con un amigo detective que pertenece a una escuela de investigación.
A él le conocí por mi profesión de fotógrafo. Con datos que obtuvimos y algunas personas que nos contaron, formamos una especie de cuerpo de Inteligencia doméstico-familiar y comenzamos a investigar. Así fue que nos enseñaron a disfrazar e investigamos el caso de mi hijo.
También fuimos a otras ciudades donde me decían que estaban los supuestos criminales.
Entonces, me disfracé de mendigo, vago o periodiquero para investigar. De esa forma, logramos mover cuatro personas fuera de la ciudad.
A diario gastábamos unos USD 50 en hoteles normales y la alimentación. Los viajes fueron de cuatro días al Oriente. Estuvimos en Lago Agrio, Shushufindi y gastamos USD 350 en esos viajes. Creo que hemos gastado unos USD 1 000 en la investigación de la muerte de mi hijo.
Llevar adelante un juicio es muy difícil, en todo sentido. Mi esposa, Rocío Arévalo, se enfermó y le dio trombosis en las piernas. Tuvimos que vender el carro, la casa, un terreno, para costear los gastos. Acudimos a los defensores públicos, pero nos dijeron que este Gobierno creó esa instancia solo para defender a los agresores. Pedimos defensores para los ciudadanos.