Las calles del centro de Esmeraldas quedaron angostas. Miles de estudiantes, funcionarios y empleados de instituciones públicas y privadas participaron ayer en la marcha contra la inseguridad, que fue convocada por el obispo Eugenio Arellano.
Él se colocó al frente de la multitud, con las autoridades locales. Juntos, vestidos de blanco y tomados de la mano, caminaron lento por el casco urbano.
Familiares y amigos de personas que murieron en manos de delincuentes mostraron carteles en los que se exigía justicia. Eduardo Torres, quien perdió a su hijo Cristhian, asistió con una gigantografía. En esta se observaban varias fotografías, de cuando su hijo era pequeño.
Fue asesinado el pasado 25 de febrero, en la parroquia Montalvo, en el norte de la provincia. Desconocidos lo acribillaron al tratar de sustraerle las pertenencias personales.
El caso está en la Fiscalía de Esmeraldas, en etapa de indagación previa. “Veo que existe lentitud en el proceso”, dijo el padre.
Para el catedrático universitario Íbers Bedoya, Esmeraldas reclamó en las calles una seguridad que le corresponde. “El clamor es generalizado. Esta provincia también necesita la atención de las autoridades”.
Según la Fiscalía, hasta junio del presente año se registraron 183 asesinatos en la provincia.
Segundo Gallegos, de la Unión Provincial de Taxis, aseguró que al menos ocho de esas víctimas fueron conductores de taxis. Por ello no dudó en sumarse a la marcha. Una bandera de 30 metros de largo, con los colores de la provincia, blanco y verde, resaltó entre la multitud.
Estudiantes portaron globos blancos y una banda de guerra animaba a los participantes a gritar contra la impunidad.