Era el mediodía y en el local donde vendo vajillas y utensilios de cocina había clientes. Un grupo de jóvenes, entre mujeres y hombres, ingresó al almacén preguntando el precio por un juego de ollas en hierro enlozado. No me percaté en el momento en que se llevaron otras cacerolas.
Cuando nos dimos cuenta del robo, salimos a la calle para pedir auxilio a la Policía, pero me llevé una decepción: no hubo nadie a esa hora porque los gendarmes se fueron al almuerzo. .
Las horas más difíciles en el centro urbano de Ambato son de 12:00 a 15:00 y de 17:00 a 20:00. En la calle Juan Benigno Vela hay muchos locales comerciales como el mío que son asaltados con frecuencia.
Al frente de los locales comerciales están las paradas de buses. Estos lugares son propicios para los delincuentes. Ellos prefieren robar a adolescentes, mujeres y adultos mayores. Desde nuestros almacenes observamos cómo los delincuentes desvalijan a los transeúntes y actúan en pandillas. Están organizados, tienen gente que los alerta y escapan.
Si bien en la actualidad tengo mi local comercial, en 1997 laboraba en una carpa en la avenida Cevallos de Ambato, junto con cientos de comerciantes de ropa, electrodomésticos y artefactos de cocina. Pese a que estaba a la intemperie y sin los respectivos servicios básicos, en la calle había menos robos que hoy.
En este año, los robos a locales y a personas en la calle aumentaron. El motivo es la realización de la Fiesta de la Fruta y de las Flores. Para estas festividades llegan muchos turistas, pero también desconocidos que vienen a robar lo que más pueden.
Otro problema que tenemos los comerciantes y la ciudadanía en general es que se está perdiendo la solidaridad.
Ahora nadie ayuda a nadie. Todos caminan pos su lado y no ayudan ante una emergencia. Si bien la Policía tiene la responsabilidad de cuidar de los bienes de la colectividad, las autoridades seccionales y del Congreso Nacional, también deben impulsar leyes que sancionen a los ladrones.