Óscar Guerra, más conocido como Sarzosita en imágenes del 21 de enero de 2004 y del 28 de enero de 2016. Foto: Archivo y Diego Puente / EL COMERCIO
Sarzosita recibirá el viernes 29 de enero la Mención de Honor Marieta de Veintimilla. El galardón está reservado para las personas que se han destacado por servicios relevantes a la ciudad. Hasta que llegue el día del homenaje, espera pacientemente en el Paraíso, un centro del cuidado del adulto mayor.
La ciudad tiene historias ocultas tras los tapiales que cercan las casas. Quién hubiese imaginado que Óscar Guerra, mejor conocido como Sarzosita, viviera en una casa ubicada cerca de la Facultad de Comunicación de la Universidad Central. Esta no es una vivienda común, aquí funciona un centro del cuidado del adulto mayor en el que se cuidan a 16 ancianos.
Alberto Egas es la persona que buscó que el Municipio rinda un homenaje a Óscar Guerra. Él no tenía alguna obligación para hacerlo; total, no es familiar del famoso personaje de los años 70. Únicamente es uno de los tantos amigos que conoció mientras trabajó en los teatros de Quito.
Egas pudo compartir experiencias con Guerra. Hace dos meses lo vio salir de un local de comida cerca de la Plaza del Teatro y lo vio deteriorado en su salud. Por eso pensó que era tiempo de hacerle un homenaje en vida.
La apariencia de Sarzosita es completamente diferente al hombre espigado y corpulento de sus épocas mozas. Es, incluso, diferente a la imagen que se tiene del actor hace unos cuatro años. Ya no tiene una frondosa cabellera en la cabeza. No es que tenga calvicie, sino que desde hace un año decidió raparse al ras. Eso sí, conserva una forma impecable de vestirse con terno, zapatos de suela bien lustrados y un pañuelo en su pecho.
Imagen tomada a Sazosita en julio del 2011. Foto: Archivo / EL COMERCIO
El tiempo ha provocado estragos en el cuerpo del hombre que un día conformó la dupla más conocida de Quito junto con el fallecido Ernesto Albán, conocido como Don Evaristo Corral y Chancleta. A los 91 años, Guerra tiene parkinson avanzado y problemas en los pulmones. Las afecciones no disminuyen el brillo de los ojos azules que los tiene fijos mientras conversa.
La permanente tembladera de su mano derecha evidencia sus problemas físicos. Pero como un hombre de antaño, hecho de roble, no deja que esto lo detenga. Puede mantener una conversación de 30 minutos sin necesidad de sentarse. Camina todas las mañanas y conversa con las plantas que están en el garaje del Paraíso.
Olga Zambrano, dueña del centro del cuidado del adulto mayor, dice que todas las mañanas hace terapia en conjunto con sus compañeros. “Casi no le gusta pintar”, señala la licenciada que está especializada en cuidar a los adultos mayores.
Ella resalta que Sarzosita tiene una agenda propia. Cada mañana lee diario EL COMERCIO en una gradilla que se construyó para proteger el jardín. “Lo leo hasta la última letra. Yo soy suscriptor” recalca.
Sarzocita tiene tres cosas que no sacará de su mente hasta que su corazón termine de latir: la política, la lectura y a Don Evaristo. Le es imposible no citar a este hombre que le enseñó el estilo de vida de un actor. Lo considera padre y hermano. Tan fuerte fue la relación que él encabezó el cortejo fúnebre que se realizó por la ciudad antes de enterrar al inmortal Evaristo.
La política le sigue siendo un vicio insaciable. A su edad dice que asistiría a un almuerzo que le invite el presidente Rafael Correa. En la cita le reclamaría al Jefe de Estado por decisiones que él considera desacertadas.
Esta idea es interrumpida por los recuerdos. Relata que unas 10 veces fue a la cárcel junto con su compañero de tablas. Asegura que los otros prisioneros se alegraban al verlos. “Les hacíamos una escena de una estampa y ellos pasaban bien toda la noche”.
Sarzocita se declara hincha confeso del Deportivo Quito. El equipo de la ciudad que lo vio nacer, brillar y que, señala, lo verá morir. Con la edad se quiebra la voz cuando recuerda su infancia marcada por problemas de alcohol de su padre y por su juventud cuando pudo regalarle un abrigo caro, traído desde Estados Unidos, a su madre. “Ella lo dio a mi hermana porque dijo que nunca salía arreglada a ningún lado”.
Kathy Montúfar, sobrina de Guerra, se siente feliz y orgullosa que el icónico familiar se mantenga lúcido y pueda aún contar estas anécdotas en el año 2016. Junto a su hermana Sandra y Alberto esperan que el homenaje sea digno de un artista de la talla de Sarzocita que tuvo cerca de 50 años de carrera artística. Él mismo se discute enseguida y dice que todavía puede actuar. Suelta una carcajada y se responde: “Pero no hay nadie que me quiera contratar”.