La muerte de Samuel Chambers conmociona a Guápulo; el joven pacifista había recibido amenazas

La casa de Chambers estaba ubicada en un bosque, en Guápulo. Foto. Armando Prado/EL COMERCIO

La casa de Chambers estaba ubicada en un bosque, en Guápulo. Foto. Armando Prado/EL COMERCIO

Una ventana, escondida detrás de rejas negras, ilumina el interior del inmueble en donde vivía Samuel Chambers, un joven ambientalista y defensor de los animales.

La última vez que sus vecinos lo vieron con vida fue hace 29 días, en uno de sus recorridos nocturnos, cuando caminaba por una quebrada de Guápulo, en donde construyó su vivienda años atrás.

Desde ese lugar, ubicado en el centro norte de Quito, Chambers daba largos paseos junto con sus mascotas: dos perros huskies siberianos y, algunas veces, hasta media docena de canes de la calle, a los que alimentaba a diario.

Este 17 de noviembre del 2017, a unos pasos de su casa solamente quedan unas flores marchitas, una especie de altar a la memoria del joven. El 7 de noviembre pasado, Segundo Sandoval, uno de los vecinos, buscaba hierbas para sus cuyes. Se adentró en la quebrada y descubrió un cuerpo, sin cabeza.

El hallazgo ocurrió a un costado de un camino de tierra, tapado por matorrales de un bosque conocido como La Acequia. En ese momento no se conocía la identidad de la víctima, pero un día después, el miércoles 8, se confirmó que el cuerpo era de Samuel. Su familia lo identificó por un tatuaje en su espalda.

Años atrás, él se dibujó la imagen de Alicia en el país de las maravillas y el conejo, personajes de la novela infantil que le fascinaba. “Incluso el tatuador lo identificó, pero falta su cabeza”, relata un allegado, que hace de vocero de la familia y que prefiere no publicar su identidad.

“¿Será que le hicieron daño por pensar diferente?”, se pregunta uno sus amigos, quien describe al joven como “un ser de luz”.

Chambers, desde su pensamiento, hasta su forma de vestir, llamaba la atención de todos quienes lo conocieron. Usaba ropa confeccionada por él: túnicas de colores, blusones, y faldas que le cubrían totalmente los pies.

10 días después del hallazgo del cuerpo, el caso siembra dudas entre sus familiares. “Solo podemos decir que es algo muy extraño. Lo encontraron sin cabeza”, comenta un allegado a este Diario.

Desde que se conoció la noticia, amigos y familiares se han expresado a través de Facebook para exigir que su muerte se aclare cuanto antes.

En Facebook se creó el grupo 'Justicia para Samuel Chambers'. El joven, que este mes cumpliría 26 años, era un reconocido defensor de los derechos de los animales, de las minorías sexuales y ambientalista. Los familiares del joven no descartan que se trate de un crimen de odio.

“No podemos asegurar nada, la Policía ya está investigando, pero hay amigos que hablan de supuestas amenazas”, relatan sus parientes.

Ignacio Castro, exdirigente de Guápulo, conocía al joven desde que llegó al barrio, hace más de cinco años. Él asegura que el chico no tenía problemas con los vecinos. Pero recuerda un episodio en donde “personas extrañas” lo amenazaron. Sucedió hace unos meses, dice el morador, pero desconoce las causas de aquellas intimidaciones.

Susana, vecina de Chambers, da más pistas. Dice que las amenazas ocurrieron durante las fiestas de Guápulo, en septiembre pasado. Y cuenta que Samuel tuvo problemas con “unas personas”, y que estas quisieron quemar su casa. “Hasta los bomberos tuvieron que intervenir”.

¿Qué le sucedió al joven? Ayer, 16 de noviembre de 2017, EL COMERCIO buscó un pronunciamiento de Víctor Araús, director nacional del Departamento de Delitos Contra la Vida (Dinased). El funcionario aseguró que estaba fuera de la ciudad y evitó dar información sobre el caso.

Uno de los agentes de la Dinased advierte que no se puede dar mayores detalles, porque podría entorpecer la investigación. Las autoridades buscan la cabeza de la víctima.

En el parte policial del 7 de noviembre, los investigadores advirtieron que el cadáver de Chambers pudo haber estado en el bosque desde el 20 de octubre pasado, precisamente cuando sus vecinos dejaron de verlo por las calles del barrio. Los roedores incluso devoraron parte de su cuerpo y eso complicó que se lo identificara.

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