Normandía. La solemne ceremonia del desembarco convocó a varios líderes mundiales. El 6 de junio de 1944 se trazó el derrotero hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial. El camino fue triste, el de la guerra. El desembarco de las tropas aliadas en una extensa playa francesa tenía un objetivo difícil de cumplir: derrotar el poder militar y político de Adolfo Hitler y el Tercer Reich.
Por eso es que a los 70 años de un episodio histórico y sin desconocer el recuerdo feroz de los horrores de la guerra, es simbólico que se haya propiciado el encuentro entre el líder ruso y el nuevo presidente de Ucrania. Los gestores: los presidentes de países que hoy se encuentran en la construcción de un mundo en paz, aun cuando hace 70 años se hayan enfrentado en una gesta sangrienta.
Ucrania es foco de tensión en el tablero mundial. Europa quiere conquistarla hacia su espacio.
Rusia, reconstruir el poder de una añorada Unión Soviética; es más ya pergeñó hace unos años el sueño de una Eurasia grande.
Hace pocos meses estallaron las protestas sociales en Ucrania, cayó un gobierno y ahora se eligió otro nuevo con Petro Poroshenko. En medio de las protestas sociales, Rusia movió tropas a la frontera y Europa reconvino desde una cumbre en Bruselas. Al tiempo vino la separación de Crimea alentada por el presidente Ruso, Vladimir Putin.
La desmembración a Ucrania mostraba a Rusia en la recomposición de un nuevo orden distinto al de la Guerra Fría, con actores multipolares como Estados Unidos, Europa y China. Rusia quiere dejar claro que tiene voz propia y vocación de potencia.
Por eso es que el tejido del encuentro entre Putin y Poroshenko en Normandía tiene un alto valor.
Trazar un camino de diálogo, siempre más complejo que el de la guerra, es una urgencia.
Todo mientras los rebeldes prorrusos derribaron un avión en territorio ucraniano, acaso como señal de las dificultades objetivas de la convivencia en paz.