En varios países se repite el nombre del ruso Nicolai Rimski-Kórsakov (1844-1908) para denominar a los conservatorios o academias musicales. Merecido nombre para homenajear a uno de los más grandes compositores de ese país.
¿Por qué hablar de este virtuoso compositor y director que amó tanto la libertad? Simplemente porque encontré, en medio de un montón de discos, uno muy especial que contiene dos de sus más selectas obras: Scheherazade y el Capricho español.
La primera, una suite sinfónica compuesta en 1888, tiene cuatro movimientos: El mar y el barco de Simbad, La historia del Príncipe Kalander, El joven príncipe y la joven princesa y La fiesta en Bagdad. El Capricho español es una obra orquestal compuesta un año antes de Scheherazade, que está basada en melodías españolas.
La composición de Rimski-Kórsakov es variada y confieso que por muchos años La gran pascua rusa, opus 16, desde que la escuché en una grabación dirigida por el maestro Ozawa con la Filarmónica de Berlín, estuvo siempre a mano cada vez que quería distraer mi mente del infatigable periodismo.
La historia musical cuenta que Rimski-Kórsakov, en 1905, fue cesado de su cargo de profesor en San Petersburgo debido a sus opiniones políticas. Muchos de sus camaradas corrieron la misma suerte y la polémica se mantuvo hasta 1907 cuando se produjo el estreno de su ópera El gallo de oro (Le Coq d’Or en francés), que era un ataque a la Rusia imperial y que luego fue prohibida.
Perteneció a un grupo denominado ‘Los Cinco’ junto a otros genios de la música como Mili Balákirev, César Cui, Modest Músorgski, y Aleksandr Borodín. El grupo participó en el movimiento nacionalista romántico en Rusia.
El período romántico se diferenció de la música que en esa época sonaba por toda Europa y que en ciertos momentos se unió con la música que pregonaban algunos compositores considerados nacionalistas, especialmente en la antigua Checoslovaquia, representados por Dvorak y por Smetana.
El compositor ruso se dedicó también a editar composiciones de otros maestros y a él se debe el arreglo de la obra de Musorgski ‘Una noche en el monte Calvo’, que en la actualidad se escucha.
Pese a ser autodidacta, otros rusos sensacionales como Glazunov, Prokófiev y Stravinski recibieron sus enseñanzas de composición musical y orquestación en el Conservatorio de San Petersburgo.
Además de las obras sinfónicas, compuso una decena de óperas: La novia del zar, La doncella de la nieve, Noche de Mayo. Pero, lo más importante, es que dejó un legado musical, formó discípulos y fue destacado en el país que más compositores musicales ha visto nacer.