Redacción Sociedad
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Ni femeninos ni masculinos. Desde la casa de la calle Leiton 1180 y La Gasca se defiende el derecho a la ambigüedad.
La Confetrans
El proyecto Transgénero trabaja en el fortalecimiento de la identidad trans en Ecuador. Está en Face Book, blogs y en la página web www.proyecto-transgenero.org/ La incidencia política del proyecto se ha materializado con el caso Ciudadana Luis Enrique Salazar, que en noviembre de 2007, logró que el Registro Civil de Machala cedule conforme su imagen a los transgénero y no exigió que se desmaquille, etc. También han participado en la elaboración de la Constitución.
La Confederación Ecuatoriana de Comunidades Trans e Intersex (Confetrans) ha recorrido el país para conocer la realidad diversa de los trans. En Jaramijó hay transpescadores, etc.
Patrulla legal es uno de sus programas, da asesoría legal itinerante y ha elaborado con la Policía normas de Procedimientos Género Sensibles. Emiten carnés culturales que detallan los derechos del usuario.
Shirley Analía Valverde Quiñones tiene 27 años. Su sexo legal es masculino, según se lee en el carné de identificación cultural, creado por el Proyecto Transgénero, Cuerpos Distintos y Derechos Iguales. Pero es una trans.
Realmente es una trans femenina, biológicamente un hombre, que se siente y se identifica como una mujer. Inicialmente pensaba que era un gay y hacía trabajo de prevención del VIH/Sida.
Desde hace tres años aprendió a maquillarse, tomó terapia de voz y empezó la construcción estética de la identidad que le hace feliz.
Acepta su cuerpo como está, no ha pensado en pasar por el quirófano para un cambio de sexo.
Aunque solo las transfemeninas (se transforman de hombre a mujer) están en el imaginario de la gente, hay varios matices.
Una foto de Stephen Wittle, vestido de traje, con chaqueta y corbata, en una de las paredes de la casa, no dejaría dudas: es un hombre. Usa lentes, lleva barba. Pero Elizabeth Vásquez, activista del proyecto Transgénero, cuenta que el británico nació mujer y decidió vivir como un varón.
“Hasta el transgenerismo ha sido un privilegio de machos”, apunta Vásquez. Se cree que solo existen transfemeninas. Es más difícil visibilizar a los transmasculinos (biológicamente mujeres con identidad de varones).
En una escuela de Quito labora un conserje, que debe vivir sin mostrar su verdadera identidad trans. Es anatómicamente una mujer, pero se siente hombre y para sobrevivir sin ser juzgado no le ha contado a sus jefes su realidad.
Por eso afronta sobre exigencias físicas. Incluso un día se cayó de un andamio y cuando llegó la ambulancia, para conducirlo al hospital, se incorporó. Tenía miedo que descubran su verdad. Estaba muy lastimado, se curó en casa.
Algunas personas con este caso se sumaron al proyecto tras uno de sus foros (Cosas de Hombres).
Ana Almeida, directora del Proyecto Transgénero, es una arquitecta de 36 años. Asegura que esta es una iniciativa de la sociedad civil, con personas transfemeninas, transmasculinas, travestis, bigéneros, intersex, andróginos…
Todos son transfeministas. Esta es una postura política así como hay femenistas, socialistas, etc.
“Algunos no somos trans ni en cuerpo ni en género pero sí en la cabeza. Es una corriente que nos hace tener sensibilidad y solidaridad con cuerpos femeninos y feminizados, también con los que se masculinizan o buscan no encasillarse en uno u otro lado del sistema binario”, indica.
La Casa Trans, en La Gasca, donde vive Shirley, es uno de los programas para reivindicar el acceso a la vivienda. Surgió en 2006.
Shirley es la residente que se ha mantenido desde el inicio. En tres años, por el lugar han pasado más de 100 personas, del Ecuador y activistas de EE.UU., España, Chile, Perú, Brasil e Inglaterra.
Una estudiante de Wesley, en EE.UU., está por llegar. Ella se define andrógina y transmasculino. Esas visitas son enriquecedoras, para Cayetana Salao, otra habitante de la Casa Trans.
“Viene gente del ambientillo y nos deja ver que hay más que el estereotipo del género opuesto. Joey (Hateley), transmasculino y andrógina, mostró que existe un punto intermedio. Ves la pinta de Joey y no sabes si es hombre o mujer”, comenta Cayetana, de 26 años. Dirige la propuesta artística del proyecto. Un transtango, donde aparece vestida de hombre.
Almeida cuestiona la obligación de definirse hombre o mujer, “bien machito y bien mujercita, que deben gustarse, casarse y tener hijos, perros, lavadora…”.
Por eso, en la Casa Trans se promueven intercambios interculturales. Han convivido con hip hoperos, roqueros y hasta emigrantes, así nació la propuesta de familias diversas para la Constitución.
A través del programa de diálogo transindígena recibieron a César Pilataxi, de la Fundación Kawsay (vida). Le relataron que así como a los indígenas los discriminan al pedirles que en las instituciones públicas se quiten el sombrero, a ellos les pedían despojarse de la identidad a la que pertenecen, en el Registro Civil.
“Relacionarnos con gente que lucha por la diversidad de identidades de género nos pareció muy interesante. Crecemos con prejuicios de que el homosexual, la lesbianas, los trans son personas no deseables en la sociedad. Ellos sufren rechazo como nosotros”.