Nelly Lema tenía 35 años y una pena en el corazón cuando encontró a Spike. No era un perro de raza. En las veterinarias lo calificaron como mestizo, mezcla de pastor alemán y husky siberiano. Era miércoles cuando se vieron por primera vez. El animal había pasado todo un día sentado en la esquina de la av. 9 de Octubre y Robles. Lo abandonaron allí con un lazo rojo en el cuello. Parecía que estaba listo para la venta. Pero ahora a nadie le interesaba.
Cuadro médico
La veterinaria Barinia Cadena cuenta que Spike va a la clínica para servicios de peluquería, hospedaje o colocación de vacunas.
El perro solo tiene sensibilidad en sus patas delanteras. Cuando llegó a la Clínica Argos tenía bichos e inflamación.
No controla esfínteres, tiene problemas de infección de las vías urinarias 2 ó 3 veces al año. El riñón está sano, el hígado no tiene problemas. Decidieron castrarlo para que no se fruste y se ponga agresivo. Su estado es irreversible.Eran aproximadamente las 16:00. La gente de limpieza recogía la basura de las calles. Nelly pasaba por el sitio en camino a una oficina. Escuchó unos gemidos. Dirigió su mirada a la esquina de donde salían y encontró a un pequeño perro que temblaba y que permanecía inmóvil en el lugar.
Se olvidó de los paquetes que tenía que retirar y tomó al perro. Estaba manchado con su propia suciedad. Ella cogió su bufanda y lo envolvió, como a un bebé. Desconocía que lo único que le esperaba a su nuevo amigo era una inyección letal para dejar de existir.
Lo llevó a su oficina. Estaba emocionada. Los penetrantes ojos azules del can le habían devuelto las ganas de seguir adelante. Lo puso en el suelo, no se movía, se quejaba todo el tiempo. Pensó que tenía hambre, abrió una lata de atún y se la puso. Notó, en ese instante, que se arrastró para llegar hasta el plato. La comida no duró ni un momento en su estómago. Vomitó. Y así pasó toda la noche, junto a la cama de su nueva dueña, en una caja de cartón.
Lo primero que hizo ella, al llegar el siguiente día fue buscar un veterinario. Spike tenía diarrea y no podía controlar sus esfínteres. El doctor lo miró, Nelly sintió el desprecio del médico hacia su mascota. El especialista tomó un pinza y pinchó el muslo del animal. No había dolor ni sensibilidad. El dictamen era ‘dormirlo’ para siempre. Por un momento, ella asintió. Interiormente pensaba que no podía hacer nada más.
En la mesa metálica del veterinario estaba Spike, de espaldas a Nelly. Fue una cuestión de segundos tan solo, en que el médico se dirigió a ver la inyección y el animal volteó su cabeza para ver a la mujer, que apenas 24 horas antes le había cobijado con su bufanda. Hasta ahora, ella dice que con su mirada le dijo: “No me mates”.
Ella necesitaba sentirse libre y estable. La sensación de ver morir a su nuevo amigo era una atadura que no podía soportar. No pensó mucho y tomó a la mascota. La abrazó y lloró. Fue el día en que se salvaron mutuamente.
Ella es cristiana. Una relación amorosa incorrecta a sus principios con un hombre que luego se fue a Estados Unidos la dejó llena de culpas. En el camino a su casa, abrazada a su perro, llorando sin detenerse sintió la catarsis que necesitaba. Piensa que ese fue el momento en que conversó con Dios, que sintió su perdón. “Yo sentí que Dios me daba la oportunidad de vivir. Él me decía que él tampoco me desechaba”.
En esta reflexión interna, la mujer dirigió sus ojos a Spike. Ella estaba resuelta a no desecharlo. La decisión cambió su vida. Había derrotado a la tristeza. Una amiga le preguntó: ¿Qué te pasa? No dudó su respuesta: “Solo sé que Dios me ama”.
“Spike es el más hermoso y amado de los perros . Es tierno y además tiene la oportunidad de vivir. No se acompleja ni se siente cohibido”.En un nuevo día, ella tomó la guía de teléfonos. Quería una oportunidad para su amigo. Llamó a todas las veterinarias inscritas, tan solo la última le dio una esperanza. Mario Granda, veterinario, quería ver al perro. Lo examinó y 15 minutos después le dijo que tiene un daño serio en la columna. Él fue el único que no pensó en adormecer al perro como primera opción, aunque también se la propuso. El animal no solo sufría de invalidez, los bichos le habían perforado el intestino. Una primera opción fue esperar unos días para ver si la columna se desinflamaba y lograba nuevamente movilidad en sus patas. Pasó una semana internado en la Clínica Argos. En sus pequeñas patas colocaron sueros. Al final, siguió sin mover su parte trasera. Las radiografías que le hicieron solo confirmaban el daño. Así que si ella quería mantener al animal, debía conocer que no sería una mascota normal, que tenía que arrastrarse, que sus patas traseras iban a lastimarse. No iba a ser una tarea fácil. Así que le pidió que intente tres días de convivencia con el perro. El primero fue fatal. No podía limpiarlo, ni colocarle las pomadas que necesitaba.
Hoy, todo ha cambiado. Spike pasa junto a su dueña. La mirada del perro intimida a los extraños. Ella piensa que es mimado y reconoce que a ratos su mascota es malgenia y egoísta. A Spike no le gusta que nadie se acerque a Nelly. Es más, en la oficina, él permanece debajo de su escritorio. Y si alguien les incomoda, no duda en caminar sobre sus dos patas. Se mueve tan ágilmente como si no le faltara nada.