Redacción Sociedad
En la Sierra, los profesores fiscales de primero a décimo de educación básica serán capacitados desde abril hasta septiembre. El objetivo es que estén listos para aplicar en las aulas la actualización y fortalecimiento del currículo, desde el próximo ciclo escolar, que empezará en septiembre.
En la Costa, la capacitación sobre los ajustes curriculares se desarrollará entre agosto de 2010 y abril de 2011. Aún no está definido el calendario exacto, el Ministerio de Educación lo anunciará próximamente.
Pero los profesores recibirán un total de 90 horas de clases a través de capacitadores del Sistema Integral de Desarrollo Profesional Educativo (Sí profe).
Mientras, la Dirección Nacional de Currículo ya presentó los cambios a la reforma de 1996 en Guayaquil y en la capital. Esto, frente a cientos de profesores de planteles particulares.
El viernes 15, en el coliseo del Colegio Paulo VI, en el sur de Quito, Susana Araujo Fiallos, directora Nacional de Currículo, y los encargados de los ajustes, explicaron a más de 200 maestros cómo emprender el cambio.
Araujo les indicó que en la actualización curricular queda claro el perfil de salida del estudiante. “Esto es lo que espera el sistema educativo del alumno al concluir 10 años de estudio. Así se conoce qué se desea lograr y se construyen los objetivos e indicadores de evaluación”.
Además, les anunció que el Ministerio prepara los estándares del currículo. Esperan presentarlos hasta principios de 2011. Dijo que el perfil de salida y los indicadores de evaluación son herramientas para el profesor.
“Es fundamental para los maestros tener claros cuáles son los objetivos que se persiguen en el currículo, para que mientras pasen los años, podamos avanzar hacia esa perspectiva. Es un acierto”, comentó Miriam Navarrete, maestra de lengua y literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Pontificia Universidad Católica (PUCE).
Navarrete también sostuvo: “Un intento de cambiar el currículo se quedará en el aire si no se le enseña al maestro cómo desarrollarlo en el aula”.
Diario EL COMERCIO conversó con tres rectores y un vicerrector de instituciones particulares sobre los cambios que trae la actualización curricular.
Puntos de vista de los directivos de cuatro planteles
Silvina Daulón. Rectora L. Internac.
‘13 años es mucho tiempo para corregir’
La reforma consensuada no funcionó también como se esperaba y cuando eso pasa hay que corregirlo rápidamente, 13 años es mucho tiempo. Celebro que haya un intento de hacer nuevas propuestas para mejorar la calidad. En el país no hay un sector particular homogéneo, pero creo que en general hemos aplicado algunos de los objetivos, contenidos y metodologías que plantean como recomendables. Ahora hablan de perfiles de salida, lo hacemos con el bachiller, con la planificación inversa. Establecemos cuál es el perfil de salida y para alcanzarlo planificamos hacia atrás. Ubicamos qué es lo que un estudiante de segundo de bachillerato debe conocer para acceder al tercero, qué es lo que un niño de séptimo de básica necesita para la secundaria. Eso permite cumplir objetivos terminales por ciclo. El tema de los contenidos me importa menos que el de las destrezas, aunque sí es importante tener mínimos.
Juan Rivera. Sto. Tomás Apóstol
‘Educamos a muchachos del siglo XXI’
Estos cambios curriculares son necesarios para avanzar como país en esta aldea global. La reforma de 1996 posiblemente no aterrizó porque los elementos y circunstancias en que se presentó no eran adecuados. A mis compañeros del colegio ubicado en Riobamba les digo que debemos volver a ser capacitados, fuimos formados para responder a otra época, el siglo XX y con estrategias del XIX, como ‘La letra con sangre entra’ y ahora debemos aterrizar. Hoy los muchachos del siglo XXI aprenden más a través de imágenes que de la voz del mismo docente, antes se fundamentaba en su palabra para trasmitir los conocimientos. Escuché que ahora hablan del producto final, del estudiante, pues se debe pensar en lo que requiere el país, qué tipo de hombre necesita. También observé que este currículo que se nos plantea no ahonda en contenidos sino en lo que el alumno debe saber. Antes, el muchacho memorizaba todo.
Zoila Vásquez. Julio M. Matovelle
‘Empezar en septiembre es apresurado’
Toda reestructura es buena, siempre que sea orientada a conseguir fines y metas que ayuden, si no no tendría valor. La reforma de 1996 fue una copia, si mal no recuerdo, de principios españoles, por eso no llegó a su final. Me parece que emprender el cambio desde septiembre, en el próximo año escolar, es demasiado pronto. Lo mejor sería desarrollar una buena orientación y capacitación. Sé que los profesores fiscales serán capacitados por el Ministerio, así que nosotros, los particulares, tenemos que organizarnos, no podemos quedarnos detrás de nadie. Personalmente opino que muchas veces se cambian los términos, pero el principio y la meta es la misma. En el colegio ya trabajábamos con un objetivo predestinado, no llamado perfil de salida. Hasta ahora no me ha llamado la atención, los fines son los mismos. Para no fracasar integraremos a la familia a los cambios, ella participa en los proyectos siempre.
Marcelo Murgueitio. Rector Col. Alemán
‘Ya no habrá un sistema desarticulado’
Es positivo reconocer que la reforma de 1996 debía actualizarse. Es interesante que se enfatice en los perfiles de salida porque la falta de este factor causó la desarticulación del sistema. Siempre hubo desconexión entre el jardín de infantes y la escuela, entre esta y el ciclo básico, entre el básico y el bachillerato, entre la secundaria y la universidad. Una profesora de primer año de básico debe conocer el camino que recorrerá un niño y un adolescente hasta que se gradúe de bachiller. Apoyo la visión del Ministerio de que para promover a un chico de un año a otro se cumpla con requisitos mínimos en cada año. De lado y lado, profesorado y alumnado, esto evitará problemas en el sistema, uno de ellos es la repitencia. También es bueno que se elaboren estándares para los ciclos. Tal vez los malos resultados en las pruebas SER obedecen a una dispersión total del conocimiento, a la falta de un perfil de salida y estándares comunes.