De ‘Estado paria’, de patrocinadora del terrorismo, de cómplice de las guerrillas, o responsable de violaciones de los DD.HH. y de la libertad de prensa, Cuba ha pasado a ser una ‘tierra de interés’. Es un milagro de San Lázaro, el santo al que los cubanos rinden tributo el 17 de diciembre, el mismo día en que La Habana anunció el histórico deshielo con Washington, el exenemigo de la Guerra Fría.
La magistral jugada del castrismo, digna del enorme ajedrecista que fue José Raúl Capablanca, de acercarse a Washington, ya produce resultados. Incluso el bueno del papa Francisco ha dado muestras de apertura a Raúl Castro, un ateo declarado que se ha permitido confesar ante el Pontífice que pudiera volver a la iglesia. ¿Lo hará?
Lisonjas vaticanas aparte, Cuba está de moda. Por muchas razones. La administración del presidente estadounidense Barack Obama, por ejemplo, desea que la recomposición de los nexos diplomáticos con la isla caribeña sea parte de su legado a la posteridad.
EE.UU., que está en una carrera contrarreloj para finalmente reabrir su embajada en La Habana y así acortar los tiempos para una reconciliación formal (e histórica) con su exrival, se plantea una visita de Obama a la isla.
Pero también hay intereses económicos de por medio que, según parece en los tiempos que corren, tienen más prioridad incluso sobre los DD.HH. Los estadounidenses hacen cuentas y analizan las posibilidades de negocios. Así, expertos de EE.UU. ya tienen información técnica sobre el potencial de explotación petrolera en la zona cubana en el Golfo de México, que fue abierta a la inversión extranjera.
Los europeos no se quedan atrás en su interés por Cuba, como lo demuestra el reciente arribo del presidente francés, François Hollande.
No obstante, no se ha planteado en público al castrismo que empiece a sacar los alambres de púas que circundan la suerte de gulag caribeño que levantó en la isla. ¿Lo harán?