La música y las danzas tradicional son los ingredientes de la celebración de las Vísperas de la Yumbada (fiesta para homenajear a la tierra), en Cotocollao.Las huascas (collares), la chonta (bastón de mando) y la chana (bolso tejido) que viste Galo Romero lo identifican como Yumbo. Romero, junto con una veintena de personajes como monos y danzantes formaron una ronda en el parque central de Cotocollao.
Los personajes rodean un castillo de pirotecnia que se enciende a las 22:00 para concluir el baile.
A las 20:30, del sábado, la melodía de los pingullos (flautas) y los tambores marcan el ritmo del círculo de hombres, niños y niñas disfrazados. A esa hora la celebración está en el clímax.
Romero está con la cara roja y sin equilibrio. No puede articular bien las palabras, pero no deja de repetir que la Yumbada es una celebración ancestral, heredada de sus padres y abuelos. “Tenemos que agradecer a la tierra”.
María Inés Simbaña es esposa de Pedro Morales, el más importante de los Yumbos. Abrigada con un saco de lana negro y desde el extremo sur de la plaza, Simbaña observa la danza.
Simbaña cuenta que la fiesta se inició el viernes y dura tres días. “A las 05:00 del sábado se realiza el Antialbazo. Esta ceremonia consiste en el retiro de los Yumbos desde sus casas, sin dejar de danzar y tomar”.
A las 21:00, las puntas y la chicha hacen efecto en la mayoría de danzantes adultos. Se abrazan, caminan sin equilibrio.
Pedro Morales, uno de los Yumbos, mantiene la serenidad. Pero su aliento lo delata cuando explica que la Yumbada es un ritual familiar. “Es una fiesta espiritual. Nuestra misión es llamar a la lluvia para que alimente a la tierra”.
A un costado de la plaza está Paco Morillo en compañía de sus dos nietas Alison de 7 años y Paola de 5. Sus 59 años los ha vivido en Cotocollao y se ha convertido una costumbre asistir a las Vísperas de la Yumbada, junto a su familia.
“Recuerdo que venía con mis hijos, pero ahora traigo a mis nietas. Es un ritual hermoso”.
Alison también opina igual que su abuelo. A ella le llaman la atención los niños disfrazados de monos que danzan alrededor del castillo de pirotecnia. “Es muy bonito venir con mi abuelito”.
Inés Sotomayor también es vecina de Cotocollao hace más de 40 años. Ella creció en este sector y recuerda que sus abuelos y sus padres la traían para ver el ritual de la Yumbada. “Lo mejor es venir en la noche, por los juegos de luces y la música”.
En el extremo norte de la plaza central está Lilián Vásconez. Ella es madre de tres niñas y las animó para que observaran la Yumbada. “Es un espacio para socializar con los vecinos y dejar de lado un rato el encierro de la casa”.
Pasadas las 22:00 se enciende el castillo de luces y concluye la fiesta de las Vísperas. El domingo es el último día y el más importante del festejo. Se celebra el acto de la Mesa de Yumbos, que es una comida comunitaria que comparte la Yumbada entre sus integrantes y su familia. Luego se realiza el acto final de la Matanza.
Morales, el resto de Yumbos y danzantes deben reponer energías para continuar con el ritual.