En el transcurso de la historia quiteña se han celebrado múltiples fiestas, que tuvieron que ver con la práctica del Cristianismo los acontecimientos fáusticos de la monarquía española y algunos festejos que fueron volviéndose tradicionales, tal como por ejemplo el Carnaval.
Sin embargo, la actual conmemoración de la fundación hispana de Quito (28 de agosto de 1534) es probable que tenga como antecedentes la celebración del cuarto centenario del establecimiento de la Villa de Quito por Sebastián de Benalcázar.
El 6 de diciembre de 1934 hubo desfiles especialmente militares, exposiciones de escultura, pintura y caricatura que fueron convocadas por el Municipio, donde se promocionó el premio Mariano Aguilera, habiendo participado también de la conmemoración la Iglesia Católica a través del arzobispo Carlos María de la Torre.
Lo más interesante de todo fue que los conventos y monasterios abrieron por primera vez sus puertas para el público, lo que no se había producido de manera tan amplia en los cuatrocientos años anteriores.
Los medios de comunicación dedicaron una programación especial en acompañamiento al jolgorio, aunque extrañamente no hubo mucha acogida. Al cabo de 24 años el periodista César Larrea, que a la época era jefe de redacción del diario Últimas Noticias y presidente de la Unión Nacional de Periodistas, tomó la iniciativa de convocar a los habitantes de la ciudad, fueran oriundos o no de esta, para festejar a Quito.
Se organizaron varios eventos, como por ejemplo la maratón Últimas Noticias con un recorrido de 10 kilómetros, en el que participaron jóvenes y viejos. Hubo igualmente carreras de coches de madera, en las cuales se expresaba la gran creatividad de niños de 10 y 12 años. El escenario fue la calle Olmedo, aunque en ocasiones la carrera se realizó en el bario de La Tola o en la Rocafuerte.
Entre los años 1960 y 1961 el Municipio no participó mayormente de la iniciativa, hasta que la administración del alcalde Jorge Vallarino Donoso, en 1962, instauró definitivamente las fiestas de Quito. Las bandas de pueblo tomaron fuerza a partir de entonces y se volvieron indispensables para la realización de los festejos. Por otra parte se realizaron eventos culturales, concursos musicales y bailes populares en algunos barrios.
El compositor e intérprete Jorge Salas Mancheno, se había anticipado al espíritu festivo y concurría al Palacio Municipal a dar una serenata a la reina de la ciudad, al alcalde y al presidente de la República. El autor recuerda que entonces su Balcón Quiteño se consagró.
Junto con Salas Mancheno actuaban los artistas más notables de ese tiempo, como Víctor de Veintimilla, Jaime Girón, Rodrigo Barreno, Gonzalo Carrasco, Los Potolos, Los Gatos Saltos, Lida Uquillas, Segundo Guaña, el Pollito Ortiz, los hermanos Miño Naranjo, Nicolás Fiallo, César Baquero, entre otros.
Con semejante impulso no le quedó más al Municipio que oficializar las fiestas y con ello también el buen consumo de paico, que por entonces era el licor popular y que fue saboreado por oligarcas, turistas, clase media, inmigrantes y popular, sin distingos, sin miedos ni obsesivas pasiones políticas.
Allí nació la Patria sin problemas, decía Atahualpa Martínez Rosero, animador de programas de radio por esa época.