Jorge Albán Gómez deja un cómodo sillón en la sala de la casona familiar, que se levanta frente al parque América, y se aproxima a una gran fotografía de su padre, Ernesto Albán Mosquera, Don Evaristo. Se coloca de perfil y el parecido se acentúa.
El ausente humorista ambateño está serio, usa un arrugado sombrero y su levita de fantasía.Como en sus mejores tiempos (entre 1935 y 1983) parece que la imagen cobrara vida para saltar a las tablas del Teatro Sucre a representar una de sus estampas quiteñas que alegraron a la gente durante medio siglo –Don Evaristo murió en 1984.
“Fue un gran hombre, con chispa, inteligente y divertido, muy ético y trabajador”, dice Jorge Albán Gómez, vicealcalde de Quito, y el hijo que más se parece al padre de los 12 que tuvo. En breve, su imagen renacerá para motivar campañas cívicas del Distrito, como ocurrió en la alcaldía de Rodrigo Paz, en los noventa.
Albán, quiteño de 58 años, ha dedicado su vida a la Antropología, a la defensa y estudio del medioambiente y al análisis de las realidades urbanas y rurales, de Costa y Sierra, desde varios centros, como Ceplaes (Centro de Planificación de Estudios Sociales) o Cedep (Centro de Educación Popular), donde nació Radio La Luna, en los noventa.
Satisfacción. Orgullo. Alegría. Eso siente Albán cuando confiesa que ha vivido en “la casa de toda la vida”. Construida en 1948, perteneció a sus padres, Ernesto Albán Mosquera e Isabel Gómez, reconocida actriz que acompañó al esposo en su intenso periplo artístico por el país.
Situada en la Venezuela, entre Bogotá y Río de Janeiro, se inserta en la cálida atmósfera de barrio. Hay decenas de pequeñas imprentas, panaderías, zapaterías, pintorescas tiendas…
Ahora Jorge mira cinco cuadros de Pilar Bustos; son sensuales y estilizados desnudos.
“Tuve el privilegio de vivir aquí siempre, salvo seis años que lo hice en un departamento; con los amigos del barrio jugaba billusos (sobres de tabaco convertidos en billetes ficticios), tillos, bolas de cristal, botones (los desprendíamos de los ternos de las madres), perros y venados y las escondidas por las esquinas y los vericuetos del barrio América”.
Lo dice esbozando una sonrisa, como si volviera a las travesuras.No olvida las reprimendas de la madre cuando notaba la ausencia de los botones, objetos básicos para sacarlos de un círculo con una rodela de metal.
La época: finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Quito aún era recoleta. El barrio fue la cuna del popular Club América, cuya sede estaba en la México y Riofrío.
Aquí vivieron Medardo Luzuriaga, fundador de la orquesta Don Medardo y su Player’s; los Hermanos Baca y Salgado Jr., también orquestas de calidad; los escritores Iván Eguez y Raúl Pérez Torres; Marco Moreano, un simpático personaje que no se perdía un coctel cultural y diplomático; era conocido como ‘24 mil palabras’ por su extraordinaria labia, similar a la de político en campaña.
Mientras Jorge se divertía con sus primos, Fernando y Mario Santacruz, –hijos de Camilo Santacruz, del trío Los Indianos-, Don Evaristo alegraba a su público con las estampas ‘Evaristo en plena crisis y los que sabemos felices’, ‘Evaristo Dictador’, en referencia a Velasco Ibarra, quien asumió el poder supremo el 20 de junio de 1970, tras disolver el Congreso, que le hacía la vida imposible.
A pesar de que los padres eran liberales, Jorge estudió en centros religiosos, en la Escuela Borja Nº 2, de la Veintimilla y 9 de Octubre, y en el Colegio San Gabriel (1964-1970).
El Vicealcalde reconoce que fue inquieto y siempre rebelde. Por ello, se identificó con la izquierda desde las aulas uni-versitarias –estudió Filosofía (1970-1972) y Antropología (1975-1978) en la U. Católica .
fakeFCKRemoveUna divertida vivencia ilustra su rebeldía. La recuerda el doctor Vladimir Serrano, su compañero de aula en el colegio.
Entre octubre y febrero, los alumnos de sexto curso cumplían, los sábados, la premilitar en los cuarteles de Quito.
Los estudiantes del San Gabriel concurrían al cuartel Vencedores, en la av. De La Prensa, y los del Mejía al Colegio Militar.
“Vestíamos -dice Serrano- uniformes caquis y cristinas, era el tiempo contestatario de los hippies en EE.UU. y de los movimientos de la contracultura; los chicos llevaban el pelo largo y muchos, como yo, barba”.
“Jorge tenía el pelo largo. En una instrucción, los soldados lo agarraron para cortárselo, él pataleó, gritó y se soltó, en medio de la risa de todos salvó su melena”.
La premilitar se suspendió en 1970 por maltrato a los alumnos del Mejía. Hubo protestas en las que el San Gabriel se sumó con Jorge y Vladimir a la cabeza.
Serrano recuerda que el ministro de Gobierno de 1970, Jaime Nebot Velasco, prohibió a los jóvenes llevar pelo largo y barba, pues resultaban sospechosos. El sociólogo Eduardo Paredes, actual asesor del canciller Ricardo Patiño, y también ex compañero de colegio de Jorge, dice que él es inteligente, muy activo, “uno de los compañeros más queridos, heredó la chispa del papá”.
Paredes y Serrano coinciden en que su buena formación la deben a los buenos profesores que tuvieron. Cita a Osvaldo Hurtado (Geografía y Economía), Diego Araujo y Hernán Rodríguez Castelo (Literatura), Carlos Guarderas (Biología) y Carlos Echeverría (Física).
Paredes reconoce que los jesuitas no tenían una estricta disciplina -como los maristas o los salesianos. La Teología de la Liberación comenzaba a difundirse y la tolerancia era asumida por órdenes religiosas como la jesuita.
Un militante de izquierda
La política siempre estuvo en la cotidianidad del hogar Albán Gómez. Don Ernesto Albán se identificó como liberal, a pesar de que también fue seducido por el vendaval velasquista.
Este hecho lo confirma Jorge. Sin embargo, cuando ‘El Profeta’ se declaró dictador, Albán Mosquera tuvo la sensibilidad suficiente para llevar a las tablas una comedia que parodiaba al doctor Velasco Ibarra.
Este suceso -evoca Albán- trajo cola, pues el implacable Jefe de Estado prohibió que el actor cómico actuara en el escenario que más quería y el que más gente traía: el Teatro Sucre.
Don Evaristo no se quedó con los brazos cruzados y alternó sus estampas en los teatros Alhambra, Capitol, Puerta del Sol…
En política, Jorge Albán fue más radical que el padre. Por eso ingresó, desde 1986, al Partido Revolucionario del Pueblo, que lideraba el abogado Alejandro Román, ex secretario de la Administración en el gobierno de Jaime Roldós.
“Era una propuesta socialdemócrata radical”, confiesa, mientras observa una añeja vajilla de plata que destella encima de un aparador. En esa agrupación se reencontró con su ex compañero, Eduardo Paredes, quien también estuvo en las filas del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT).
Otros compañeros de ruta a principios de los ochenta, marcados por la Revolución Sandinista, fueron el escritor Jaime Galarza Zavala y Miguel Calahorrano, actual ministro de Electricidad, identificado con el sindicalismo eléctrico.
Paredes reconoce que él y Albán siempre persiguieron un cambio radical del Ecuador en democracia. Uno de sus objetivos claves: que el Estado sea propietario de los recursos naturales. Entre 1990 y 1992 fue consultor del Proyecto Medio Ambiente y Salud, de Fundación Natura. Así se conectó con la ecología, otra de sus pasiones.
Sin dejar su ideal de izquierda, en los noventa emprendió viajes por el país. Esto le permitió conocer más el manejo de los recursos naturales y las duras condiciones de vida de los indígenas, lo cual le motivó a escribir estudios de esa realidad a la par que los análisis de medioambiente, en especial de la Amazonía.
Albán dejó por un tiempo la política para ocupar importantes cargos públicos: Subsecretario de Protección Ambiental del Ministerio de Energía y Minas (1997-1998); Subsecretario de Hidrocarburos, Viceministro de Energía y Ministro de Energía encargado (2007).
Otra vez los amigos, Albán y Paredes, se reencontraron en la misma orilla del presidente Correa. Fue en el fragor de la campaña del 2006. Albán en Pachakutik -donde su amistad con el actual alcalde, Augusto Barrera, se consolidó. Paredes ya trabajaba para la naciente Alianza País.
Emocionado, dice que los dos se sienten como peces en el agua, identificados con la revolución ciudadana de Rafael Correa.
¿Nepotismo en la Alcaldía?
El cielo veraniego de Quito se torna rojizo y contrasta con el verde de las montañas del occidente. Albán se lleva la mano derecha al mentón. Luce cansado por el trajín de sus funciones.
Reconoce que ha trabajado duro en la renegociación del nuevo aeropuerto y en la regeneración de algunos barrios del sur, como Quitumbe.
En el claroscuro de la sala, el parecido con el padre es más evidente. Por algo, Alegría Albán Quirola, la hija menor, dice que es el hijo que más se parece “a mi abuelo, en sus gestos, en su risa, en sus inteligentes ocurrencias”.
Alegría es cineasta. Hizo la producción de la película ‘Los canallas’, galardonada hace poco en Canadá. Se siente feliz por continuar la tradición artística de la familia. Estudia en Incine y su tesis versa sobre las estampas del abuelo. Cristina, la segunda hija, es asesora en Comunicación del Alcalde. Albán niega un caso de nepotismo, “porque el Alcalde la designó, es una chica preparada, y de su confianza”. En noviembre del 2009, el ex actor Marco Ponce denunció un supuesto ‘amiguismo’ en el Municipio.
Ponce, concejal en el período anterior, entró por Alianza País (AP). Denunció el supuesto nepotismo y se desafilió de AP.
Eddy Sánchez, concejal de Sociedad Patriótica y teniente coronel (sp), reconoce la pasión de Albán por los temas ambientales, de seguridad y ciudadanos.
Sánchez resalta la madurez política de Albán y salvo la denuncia de Ponce admite que todos los ediles mantienen una buena relación.
Albán acepta que a ratos es impulsivo e impaciente por alguna actividad que se quedó trunca.
Pero ante todo se define como una persona sencilla y perseverante, que disfruta de un rico cebiche de concha o de un locro quiteño. Escuchando con su esposa, la periodista Toa Quirola, tangos de Piazzolla, el rock de los Beatles, Rolling Stone y Pink Floyd. Teresa Albán, una de las hermanas que más compartió la infancia con Jorge, lo recuerda como alegre, travieso y solidario.
“Éramos inseparables, los dos contra el mundo”, sostiene Teresa. Leían cuentos infantiles.
En la adolescencia les impactó la actuación de una jovencita llamada Rocío Durcal, quien actuó en el filme ‘Canción de Juventud’ y los dos hermanos la vieron al menos ochos veces en el Teatro Universitario.
La noche ha llegado y Jorge Albán se concentra en la foto del padre, como si evocara las divertidas y picarescas estampas que protagonizó en Quito, Guayaquil, Cuenca…