Sudoroso y sonriente, bajo el cielo nublado de Conocoto, Édgar Rojas arreglaba un pequeño biombo de tela azul. El mediodía del domingo pasado, la plaza central de la parroquia estaba casi vacía. Eran las 12:30, la hora indicada para el inicio de la obra ‘De pasillos, albazos y sal quiteña’. Rojas, teatrero con 20 años de trayectoria, conoce el mejor recurso escénico para este tipo de casos: la improvisación. Con el micrófono en la mano, empezó a llamar a los vecinos de Conocoto para que vieran un espectáculo musical y escénico. “El fin es reivindicar los antiguos valores de la quiteñidad”.Esta es la octava vez, en los últimos dos meses, que Rojas presenta su entremés teatral ‘De pasillos, albazos y sal quiteña’, en las parroquias periféricas de Quito. El Fondo de Salvamento del Patrimonio (Fonsal) lo contrató para recorrer 10 escenarios. En todos ha tenido que improvisar un poco.Poco a poco, después de 15 minutos, cerca de 20 personas se reunieron en la plaza. Entonces, comenzó el espectáculo. Lo primero fue una ronda de canciones tradicionales, interpretadas por el cantante Julio Vásconez. Los albazos ‘Como dicen que no se goza’ y ‘Amarguras’ fueron coreados por Ana Lucía Jiménez, una ama de casa de 54 años. Ella salió a hacer algunas compras, pero decidió quedarse.La mayoría del escaso público estaba compuesta por adultos mayores que acostumbran a caminar y conversar en la plaza. Juan Álava (nombre cambiado por pedido) se encontraba en la plaza desde la madrugada. Se había enfrascado en un intenso festejo personal, cuyos estragos aún se percibían en su aliento. Cuando escuchó el primer tema, empezó a bailar solo. Dos mujeres mayores festejaron la ocurrencia, con aplausos y risas.Los pasillos ‘Invernal’ y ‘Esta pena mía’, en cambio, causaron una sentida reacción emocional en Álava. Con el brazo en alto y la cabeza gacha, coreó las canciones.Luego de esa primera ronda musical se anunció la obra teatral ‘Y subieron los huevos’. Es una breve pieza costumbrista, basada en los personajes de Querubín Felicísimo Rojas y de la P. (un chulla alegre, ingenuo y bebedor) y su esposa María (un prototipo de la tradicional ama de casa quiteña). Los personajes están representados por Édgar Rojas y Eloíse (nombre artístico de Elizabeth Jacho). Ambos escribieron en conjunto la pieza hace 10 años. “Nos basamos en las experiencias que nos contaban nuestros vecinos y familiares”, dice Jacho.La trama presenta el enamoramiento de los dos personajes y su posterior vida matrimonial. Querubín conquista a María con serenatas y poemas. Mientras avanza la relación romántica, una voz en off relata el paralelo desarrollo urbano de la ciudad. Mientras, entre el público, los pocos jóvenes que acompañaban a sus familiares estaban ajenos al espectáculo. Revisaban revistas de adolescentes y escuchaban música en sus audífonos.Ramón Napa, un técnico de iluminación nacido en Bahía de Caráquez, aprovechó para pasear junto con su familia. Para él, el humor de la obra le era ajeno, pero se quedó por la música nacional.