En cada sonrisa se nota el brillo de sus labios . La delineación con trazos casi perfectos hace juego con el color de sus ojos. El maquillaje, una sonrisa en sus rostros y las prendas ceñidas al cuerpo las vuelve mujeres más atractivas.El uso del color negro en los pantalones y el blanco en la blusa o viceversa son una clave para cautivar a sus potenciales clientes. Esa belleza las incentivó a convertirse en impulsadoras, promotoras o modelos. Ellas participan en la promoción, venta de productos o servicios ‘coqueteando’ con los clientes de grandes firmas.Son cuidadosas con cada detalle. Están pendientes de todo. Desde la forma de caminar como en pasarela, moviendo su cintura con zapatos de tacones grandes, hasta el tono y volumen de su voz. Son discretas y no cuentan detalles de su relación laboral con las empresas que las contratan para que promocionen o vendan sus productos. Casi nunca dejan de sonreír. Eso es parte de su trabajo, del cual ellas están orgullosas, aunque hay cosas que no les gustan. A Vanessa P. no le interesa posar ante las cámaras. Prefiere, con su simpatía, motivar a adolescentes a estudiar idiomas. Recelosa, y como un secreto, cuenta que trabaja captando estudiantes en el centro comercial El Recreo, en el sur. No habla mucho sobre su vida porque es más incisiva cuando explica el servicio a un posible cliente. Es estudiante universitaria. Viste una apretada falda y una blusa; mueve sus ojos azules cuando escucha piropos.Eso es parte de este negocio. Y eso dice saberlo Nihara Aristiguieta, otra impulsadora a quien galantean seguido. Ella es venezolana, mide 1,70 m y tiene 25 años. Usa una chaqueta azul. Su pelo negro es liso y brillante. Ella llegó al país hace dos meses y está en el ámbito de ventas y publicidad desde hace cuatro años. Impulsa un servicio médico que oferta un hospital de la ciudad. De 11:00 a 14:00, en un centro comercial, en el norte de la ciudad, recita, de una manera muy espontánea, los seis beneficios del servicio. En su preparación como publicista aprendió que el carisma es su principal herramienta. En la agenda diaria de Aristiguieta se incluye una hora y media de gimnasio. El ejercicio le permite conservar su figura para seguir en esta tarea. Es un trabajo dinámico. Eso fue lo que animó a Stephanie di Rico, de 22 años, a dejar su cargo de recepcionista en una empresa. Ella, desde hace dos meses, es impulsadora. “Llamo la atención con una sonrisota”. Esa es la clave para que los ejecutivos las contraten. Las chicas -fieles a su manual- sonríen y dicen que no pueden detallar cuánto ganan. Pero, según el acto, pueden recibir entre USD 8, 10 y 12 diarios. La carrera exige preparación. Verónica Zapatier, quevedeña de 25 años, y Mishell López, quiteña de 18, se instruyen las tardes en la agencia CN modelos. Allí aprenden los secretos de la pasarela y las ventas. Demuestran sus habilidades posando para las fotos con una camiseta negra y un jean; saben cómo y cuándo reír ante una cámara.