La vivencia de personajes que habitan en los centros comerciales de Quito. Ellos están en estos sitios en medio de la gente y del ruido. Las historias de una ingeniera, un músico, un mimo, una pareja de adultos mayores y un lustrabotas.
Una ingeniera que aprendió esoterismo
El local donde Natalia Grandes trabaja tiene olor a incienso de vainilla . La joven quiteña, de 24 años, atiende, desde hace un año, una isla de elementos esotéricos, ubicada en el centro comercial El Recreo. El pequeño local, de 2 x 2, tiene vitrinas de vidrio que dejan ver sapos plateados, ratas doradas, monedas de oro, dragones, inciensos y más elementos para atraer la buena suerte.
Natalia viste de manera informal. Se graduó de Ingeniera en Marketing, en la ESPE, y trabaja ahí de manera temporal debido a la falta de oportunidades laborales para los jóvenes profesionales.
Ella vive en Luluncoto, en un departamento de Casales San Pedro. Todos los días llega a su trabajo a las de 10:00.
“No conocía de esoterismo pero aquí me tocó aprender sobre sus secretos” .
Vende inciensos, monedas doradas, feromonas (sígueme sígueme). Ha leído libros de filosofía China y sobre técnicas para la relajación. Dice que todos los días llega a su local gente que le pide consejos para la fortuna. “Hay que ponerle fe, ese es el único secreto para la buena suerte”.
Tiene un recuerdo: una señora, mediante las fragancias, logró que su hija se casara con un pretendiente que ella deseaba. Quiere practicar su profesión y dejar el esoterismo como un hobby.
Él lleva la música andina por el mundo
Makil Morales es un músico que ha recorrido tres continentes (Asia, Europa y América) llevando al arte musical de los Andes. Emigró a Alemania cuando tenía 10 años y vivió 18 años en ese país.
Este artista otavaleño ha recorrido medio mundo. Ahora, trabaja en el patio de comidas de algunos centros comerciales de Quito, donde vende sus discos y deleita a los clientes con su ritmo andino.
En total posee 10 producciones musicales. Toca la ocarina, rondador, flauta china, armónica, flautas de pan y otros instrumentos de viento.
Morales estudió etnología en la Universidad de Bonn (Alemania). Habla alemán, ingles, francés y español. Además es un autodidacta de la música.
A cambio de que él dé un show al público, el centro comercial le da un espacio para que oferte su música.
Vende entre 150 y 200 Cd por jornada a un precio de USD 5 la unidad. Reconoce que cuando regresó al país se llevó una sorpresa ya que ahora la música y la cultura son más valoradas aquí.
No obstante, sostiene que en otros lugares -como en Asia- su talento es más apreciado. El próximo año visitará Brasil, Venezuela y Japón. Su esposa, Marisol Gallegos, y sus dos hijos, Axel y Anahí, lo acompañarán en su próxima gira.
Durante 8 horas, Álex es un robot
Cada vez que alguien pone una moneda en los pies del Rey Midas este cobra vida.
En una de las entradas del CCI, todos los fines de semana se coloca Álex Obando ante la mirada curiosa de niños y grandes.
El pasado fin de semana estuvo pintado de plateado. Su rostro y cuerpo permanecían quietos. Alison y Laura, dos niñas, lo veían con admiración. Durante cinco minutos permaneció inmóvil.
El caleño de 26 años llegó hace tres a Ecuador para buscar una nueva fuente de empleo pues –según él- en Colombia hay demasiada competencia.
Su trabajo no es sencillo: debe permanecer parado, como una estatua, sobre un banco de madera durante ocho horas. Dice que los trajes son pesados y en ocasiones el sol veraniego le hace sudar demasiado. Por ello, para recuperarse del desgaste físico y del dolor de sus piernas y pies, aplica métodos de relajación y ejercicios físicos.
Este no es su único oficio. En su tiempo libre vende productos naturales “para redondear el sueldo”. Una parte de sus ahorros sirvió para crear el traje de un soldado romano y del Rey Midas.
Una vez, recuerda, permaneció estático durante 15 minutos. Solamente cobra vida cuando alguien coloca monedas en una caja de madera a sus pies. ..
El ‘mall’ remplazó a las plazas quiteñas
A paso lento pero seguro, Galo Venegas y su esposa, Adriana Herrera, visitan, todos los fines de semana, algún centro comercial de la capital.
Ellos disfrutan de la comida que se oferta en el patio de comidas, su platillo preferido es el pollo asado, el choclo con queso y los helados con crema.
A sus 75 años, Venegas recuerda cuando era joven y conoció a su esposa, Adriana. Dice que en ese tiempo las plazas del Centro Histórico eran el lugar para reunirse con los amigos y los mercados eran el sitio para degustar de los manjares de ese tiempo como el librillo, hornado o mote con fritada.
No obstante, acepta que esos tiempos quedaron en el pasado y hoy, con la apertura de los centros comerciales, existe una nueva dinámica ya que agrupan varios locales en un solo lugar.
Hace 45 años iban de paseo a Chillogallo o Cotocollao, que en ese tiempo eran haciendas donde los fines de semana había ferias. Hoy visitan los malls.
Con nostalgia dice que nunca se ha encontrado con alguno de sus amigos de juventud, aquellos con los que visitaba la Plaza Grande. Muchos de ellos han muerto y otros todavía visitan las plazas del centro. A veces invitan a sus nietos para tomar un helado junto a ellos.
Él limpia zapatos desde hace 24 años
Hace 24 años Édison Bolívar Miño, más conocido por sus clientes y amigos como el Chulla, se instaló en la esquina de la avenida Amazonas y Corea, frente al CCI.
Desde ese día su fama de buen lustrador se ha ido acrecentando. Cada vez que el cepillo y la franela tocan un calzado este queda brillando, como un espejo. Con determinación Miño pone la cera en los zapatos y con fuerza pasa una franela de derecha a izquierda en un frenético vaivén.
El lugar donde trabaja luce lleno de cajas, cepillos, franelas, un equipo de sonido también lo acompaña y mediante la buena música atrae más clientes. A su alrededor nunca falta algún compañero con quien comenta historias.
La jornada del robusto hombre empieza a las 07:00 y termina a las 19:00. Dice que su trabajo le permite mantener bien a su familia y “gracias a Dios” puede educar a su hija en un colegio particular.
Los clientes, que en su mayoría son oficinistas, le dejan los zapatos en cajas y los retiran lustrados luego de un día. Según Darío Callapa, cliente del Chulla, el lustrado de este personaje dura una semana. Por eso no se complica al pagar los 0.75 ctv. que cobra por la tarea.
Su esposa siempre lo acompaña y junto regresan por la noche a casa.