Un huevo, una colonia y dos tipos de plantas medicinales: ruda y santamaría. Esas son las herramientas de trabajo de Blanca Ganchala. Ella cura el espanto a los niños en uno de los 14 locales del Mercado San Francisco y de las calles Rocafuerte y Cuenca, donde se ofrece este servicio.
El pasado martes, Laura Anrrango llevó a su hijo, Carlos Bermeo ( 8 meses). El niño ya llevaba tres días sin dormir. En las noches lloraba y tenía fiebre.
Su madre buscó atención en el centro médico de El Beaterio, donde vive. Los médicos lograron controlar la fiebre, pero el niño no dejaba de llorar en las noches.
La abuela de Carlos, María Oña, es una creyente del efecto de las aguas medicinales y de la limpia del cuerpo con huevo. Ella tiene más fe en esa creencia que en el efecto de las medicinas. “De niña me curaban solo con pastillas”.
Vestida con un delantal azul y con una gorra del mismo color que cubre su cabeza, Ganchala atiende a sus clientes. Cura el espanto desde hace 20 años. Toma entre sus brazos al pequeño y mientras lo entretiene con un chinesco, se sienta en un banco.
Coloca colonia en la cabeza del niño y limpia su cuerpo con dos atados de hierbas. Reza, pone las hierbas en el piso y hace desplazar el huevo por todo el cuerpo de Carlos. Dice que para que la limpia dé resultado se necesita de un trabajo conjunto de quien lo hace y de quien lo recibe.
“Yo debo tener carácter fuerte para poder espantar las malas energías y la persona que viene debe tener mucha fe”.Anrrango mira con atención las figuras religiosas que se exhiben en el local. Un cuadro grande de Jesús cuelga de la pared. En el lado izquierdo hay un anaquel de madera con 24 cajones pequeños, en cada uno hay un tipo de planta medicinal. El aroma a eucalipto es penetrante.
En estos días lluviosos las más solicitadas en el local son la manzanilla, el taraxaco y el tilo, que en infusión ayudan a curar la tos. El matico ayuda a aliviar la congestión nasal causada por los resfríos, asegura Ganchala.
Unos 15 minutos después, el pequeño Carlos regresa a los brazos de su madre. Ella paga USD 3 y se despide luego de escuchar la sugerencia de la dueña del local: “Si sigue llorando lo trae otra vez. No deje pasar mucho tiempo”.
Ganchala también vende colonias, perfumes, esencias, jarabes, velas y cremas. Son recomendadas para atraer buenas energías para los negocios, el amor, el trabajo y los estudios.
En un extremo de la vitrina hay pulseras pequeñas con mullos rojos. Las llaman gualcas. Según la creencia hay que colocarlas en la muñeca derecha de los recién nacidos, para que no los ojeen.
En el local de Ganchala, además, se ofrecen los baños dulces para la prosperidad y los baños amargos para alejar la mala suerte. Es todo un ritual. Para el primero, se hace cocinar los pétalos de rosas con dos cucharadas de azúcar y romero. La infusión hay que echarse en el cuerpo desnudo y esperar unos minutos hasta que penetre bien.
La esquina de las calles Rocafuerte y Cuenca, en el Centro Histórico, es conocida por la presencia de las curanderas y por la venta de productos para atraer la suerte. También por la venta de velas grandes. Hay quienes las compran y con un estilete escriben un deseo en la base y luego la prenden en sus casas.