En las manos de Pastora Bravo reposaba una pequeña cuna cubierta con tul blanco, adornada con guirnaldas y con una flor rosada al lado derecho. Dentro, se encontraban dos figuras del Niño Jesús. En al ambiente había olor a palo santo e incienso.
Eran las 09:00 del sábado y Bravo visitó la iglesia de La Magdalena, para bendecir las imágenes del Divino Niño. Recordó que hace 55 años transitaba por la calle Chile y presenció una pelea. “En ese momento me acerqué a ver qué pasaba y una señora me regaló a un Niño Jesús que estaba en pedazos”. Lo aceptó y al siguiente día lo mandó a reparar en un local que se ubicaba en la calle Chile.“Al Niñito hay que darle misa una vez al año, sino se enoja”, comentó. Vestía una blusa blanca bordada con hilos de colores, pañuelo y falda turquesa. Desde la primera misa su esposo la acompañaba. Hace cuatro años él murió, pero Bravo continúa sola con la tradición de bendecir a su “pequeño Niño”. Dice con la voz entrecortada, que es una forma de recordar su “eterno amor”.
A 70 metros de la iglesia de La Magdalena, en la calle Jacinto Collahuazo, Marina Calle y Nicanor Salazar caminaban con una cuna donde reposan tres pequeñas estatuas del Niño, eran las 09:30.
Alrededor de las imágenes había caballos, burros y en los costados estampillas de santos.
Salazar es oriundo de Santo Domingo pero vive en Tumbaco. Vestía una camisa a líneas y un sombrero de paja toquilla, su esposa cubría la cuna con un paraguas. Él recordó que hace un año rescató de la basura una imagen que para él es bendita. “No podía permitir que esté en la basura y lo rescaté”.
Desde ese día, cuida de la pequeña figura de 8 cm. Para que no se sienta solo adquirió dos imágenes más. “Los tres son inseparables”, comentó entre risas mientras se acercaba al templo donde iba a bendecir a “sus bebés”.
En las iglesias del centro, cientos de personas acudían con sus santos cargados en brazos. Niños, adultos y jóvenes transitaban por las calles coloniales y visitaban los templos para bendecir sus imágenes. El día estuvo nublado.
Uno de ellos fue Henry Vásquez, quien recordó que la imagen del Jesús del Gran Poder, que cargaba con orgullo, está presente en su casa desde que era niño. “Todos los años le hacemos una misa por los favores que ha hecho en la familia”, comentó. Estaba junto con sus hermanos Johana, David y Erik , a las 12:00 en la entrada de la iglesia de San Francisco.
Hace 12 años, Amalia Ortiz inauguró su local de artesanías religiosas en la calle Rocafuerte, donde vende trajes para las imágenes del Niño Jesús y las vírgenes. También restaura imágenes de yeso, madera y fibra de vidrio.
Hasta ese lugar llegó a las 12:30 Luz Heredia. Ella adquirió hace un año una imagen del Niño Jesús y ahora quería comprarle una silla para que esté cómodo. “Ese es el regalo de Navidad para mi Niño”. La imagen de 60 cm era cargada por su hijo Patricio Cóndor.
Él caminaba por las calles exhibiéndola con una amplia sonrisa ante la mirada de las personas.
María Orellana y su hija Lucía Buendía llevaban a la iglesia de San Francisco, dos figuras de Niños, protegidos en una cuna. El más pequeño, de unos 8 cm, lo ganó Buendía cuando estaba en primer curso en un colegio religioso. El niño más grande, de 30 cm, lo adquirió hace 20 años para que le haga compañía a la otra imagen.
En la puerta de la iglesia el olor a saumerio complementaba el ambiente conventual de las decenas de personas llegaban con el recién nacido para que reciba la bendición y proteja a sus dueños.