En la esquina de las calles Loja y Cumandá, en el barrio San Roque, en el Centro Histórico, un hombre permanece sentado sobre la acera, cerca de una pila de basura. Costales, restos de verduras y de otros alimentos, bolsas de plástico, cajas de cartón y un olor putrefacto acompañan al hombre que se cubre con su chompa para inhalar cemento de contacto.
Son las 16:00 del martes. En los alrededores del Mercado de San Roque hay basura en las escaleras, veredas, esquinas y calzadas. Hay desechos arrumados junto a tachos de basura que están vacíos, en mal estado y saturados de desperdicios.
En otra calle del sector, en la Abdón Calderón y Cumandá, hay suciedad a lo largo de toda la cuadra y se siente un fuerte olor desagradable. Marlene Carvajal camina todos los días por allí. Vende frutas en una canasta que lleva sobre su cabeza. La mujer cuenta que, a pesar del trabajo de los señores que barren las calles, el sector siempre está sucio. “La gente no respeta a la ciudad y muchos utilizan las esquinas como baños”, dice disgustada.
Unos metros más adelante, en un poste, hay un hombre orinando. La gente que pasa a su lado aparenta no haberlo visto y no parece molestarse. Carvajal confiesa que eso es parte del día a día. Dice que es triste, pero hasta ahora no hay solución.
Según Milton Rubio, gerente de Operaciones de la Empresa Pública Metropolitana de Aseo (Emaseo), en el Centro se han identificado 35 sitios que se han convertido en urinarios públicos, entre ellos los cajetines de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT), esquinas, paradas del trole y portales de iglesias.
En la Rocafuerte y Pedro Pecador, a la altura del ex penal García Moreno, no hay tachos de basura. Los desperdicios están esparcidos a lo largo de la calle.
Veinte y cuatro personas, en seis camiones recolectores, son los encargados de la limpieza diaria del Centro Histórico de la capital. Cada día recogen 8,7 toneladas de basura y al mes, 1 872 toneladas.
A las 16:45, en El Tejar, en la calle Imbabura y Chile, está Patricio Chicaiza. El hombre, sin interrumpir la limpieza de la calle, cuenta que donde más basura recoge es a lo largo de la Imbabura. “Se barre tres veces al día y parece que no se limpiara nunca”, informa el trabajador de Emaseo.
Unas cuadras hacia el sur, en la Plaza Victoria (Imbabura y Ambato) hay una pileta sin agua. Allí se acumulan bolsas de plástico, papeles y un zapato. Yolanda Pallares, vecina, cree que el problema es la falta de educación de la gente y la falta de tachos. “Muchos están destruidos y en otros ya no entra ni un alfiler”.
En la Cuenca y Chile, en el sector de La Merced, hay cinco bolsas de basura. Cerca de allí, César Camacho vende espumilla. El hombre asegura que esas bolsas están desde la mañana. “No se respetan los horarios ni los días para sacar la basura y los perros callejeros tienen tiempo de romperlas”.
La imagen de la zona no se ve deteriorada solamente por la basura. Otro problema son los chicles pegados en las aceras. Hasta marzo del 2011, Emaseo ha retirado 212 082 chicles en el Centro. “Lo que pasa es que la gente bota el chicle como bota la colilla del cigarrillo. No se da cuenta que ensucia”, comenta Santiago Cevallos, un transeúnte.
A las 17:35, en la Bolívar y García Moreno, Jaime Guerrón barre la calle. “Es una tarea que no acaba nunca”, dice.
En otros lugares
En La Cruz Verde, en la esquina de la Imbabura y Bolívar, no hay basurero. Los desperdicios se han acumulado en este sitio.
Un tacho saturado de basura hay en las calles Olmedo y Benalcázar. Por ello, los desechos están sobre el piso.
En el sector de la 24 de Mayo, en la calle Bahía de Caráquez y Pérez Quiñónez, hay cajas, papeles y restos de comida en el suelo.
En el cine Atahualpa, sobre la calle Venezuela, hay mucha basura regada.